lunes, 19 de diciembre de 2011

"Hienas" por Carolina Yancovic




También puedes escuchar el relato aquí o descargarlo desde nuestro podcast (desde el minuto 07:30)



Eran casi las tres de la madrugada cuando el mendigo decidió regresar a su casa. La jauría lo seguía obedientemente. Él llevaba una bolsa con menudencia para darles de cenar.

La noche estaba fría, tan fría que el vaho de su respiración pudo haberse congelado. Cruzó la calle hacia el imponente vacío urbano que le esperaba en frente. Mientras caminaba, cerró su abrigo gastado por el uso. Subió el cuello y hundió sus manos en los bolsillos: sentía pequeñas punzadas en todo el cuerpo. Le dolían las sienes como si un metal las atravesara. Su respiración helaba su sangre.

Al caminar por el pasto, vio que aún había  un poco de nieve. Siguió caminando en la misma dirección pensando que podría acortar el camino por el riachuelo. Los canes a su lado lo miraban como rogando por un poco de carne podrida. Estaban hambrientos. Nadie había comido en días.

Una vez en el borde del rio trató de bajar pero su pie resbaló en un poco de escarcha. Decidió caminar un poco más. Nuevamente, al borde del riachuelo, se enfrentó a la nieve congelada. Esta vez lo consiguió. Siguió avanzando sobre el inestable camino de rocas que, alineadas, formaban un puente a lo ancho del riachuelo. Los animales buscaban también la forma de cruzar sin congelar sus patas.

Al llegar casi a la mitad del camino, el mendigo resbaló perdiendo el equilibrio pero no cayó. La jauría, impaciente de ojos ansiosos, miraban la carne balancearse de un lado al otro. El hombre siguió su camino saltando, esta vez, de roca en roca. Repentinamente, volvió a resbalar. Uno de los cachorros saltó para atrapar el botín. El amo cayó y sintió mil puñaladas de hielo en su cuerpo.

Grito de hiena que se oye, pata sobre el amo. Gritos desesperados y el hombre que se ahoga, que se muere. No puede levantarse; las patas son demasiadas, el botín muy poco.  Los dientes que lo rasgan todo. Trata nuevamente pero ya no le quedan fuerzas. El abrigo pesa, la lana pesa. Ya no lucha. El hombre se muere y el hielo gana la batalla.

Las hienas saltan de regocijo sobre la carne. Esta noche habrá festín.


4 comentarios:

  1. Mmm... bien contado pero previsible.

    Blood

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  2. me parece que ya leí este cuento (aunque no lo recuerdo bien). En fin hay me da entender de que hay dos culpables en esta historia loa jauría que muere de hambre y el frío, el cual es causante de que el mendigo llegará a la casa. Dándonos entender que las fuerzas de la naturaleza son de temer ya que no podemos controlarlas...
    En fin vale por compartirlo...

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    http://chileniaucronica.blogspot.com/

    http://blackhole.bligoo.com/

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  3. Me gusta toda la primera parte, el frío y el hambre de vivir en la calle, el vagabundo llevando su porción de botín para sus compañeros de calle... hasta que aparecen la hienas. Es que no me cuadra que alguien ande con una jauría de hienas. Bueno, tal vez esa sea la gracia de ahí y la condena del vagabundo.
    Y lo otro, que todo el relato está en pretérito perfecto menos la última parte, que está en presente.

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  4. Relato que me gustó y por lo mismo se me hizo demasiado corto. Quedé con ganas de más. Como le dije a la autora, para el penúltimo párrafo sabía muy bien hacia donde iba el asunto, por lo que concuerdo con Blood respecto a que era previsible el final.

    Le doy la razón a Fraterno respecto a los tiempos, aunque quiero pensar que no fue un defecto de Carolina sino que ella lo quiso de esa forma.

    Quedé con ganas de leer más profundidad, pero me ha gustado.

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