lunes, 30 de enero de 2012

"Silencio" por Jorge Rubio


"No One Hears" por BitterGrapes
El silencio es perturbador. Te recuerda el oscuro aliento de la tumba, ese mismo que debe sentirse cuando uno yace en el fondo de la tierra. El silencio puede volverte loco, pues comienzas a escuchar las voces que viven en tu cerebro y, digámoslo con todas sus letras, los habitantes de ese sitio no son entes amistosos. Al menor descuido te atacan y tu alma se doblega hasta arrodillarte y gritar. Romper el silencio. Agrietarlo con el ruido de tus dientes y luego escupirlo sangrante de tormentoso estruendo. Agujerearlo de sonido hasta la muerte, que también trae silencio en su ADN.

lunes, 23 de enero de 2012

"Babalon" por Eva Fauna.

Antes de empezar... aclaro que todo esto está basado en un mito urbano, que con frecuencia se cuenta en los círculos más íntimos del ambiente under santiaguino. Nadie sabe con certeza si se trata de algo real o una mera anécdota maliciosa elucubrada a partir de la enigmática personalidad del escultor M..., más conocido como Necro, famoso en el país y por el mundo, debido a sus curiosas y macabras obras, fabricadas con huesos y otros materiales del mismo calibre.
Muchos especulan que es eso, sólo un chisme, un invento extraordinariamente inverosímil para que alguien se atreva a creerlo. Sin embargo, otros prefieren callar. Lo cierto es que nadie volvió a ver a E..., modelo y fotógrafa,  apasionada admiradora del arte macabro, luego de ese domingo del mes de abril. Quienes guardan silencio, prefieren también esconderse del escrutinio de la gente, de la prensa y también de Investigaciones, desapareciendo prudentemente de donde puedan ser encontrados. M..., por su parte, jamás ha estado oculto, sobretodo desde la publicación, bajo autor anónimo, de las impresionantes fotografías hechas a sus obras por E... después de su desaparición.
Nadie sabe cuál es la verdad, y aquélla está muy lejos de ser desvelada. Talvez, después de todo, la historia que se narre no sea tan descabellada. Dicen que hay gustos para todo y talvez aquella monumental Babalon que recibe a los morbosos visitantes del galpón sea, después de todo, la desaparecida E..., que en forma menos humana, es venerada por su autor de una manera ciertamente curiosa...

lunes, 16 de enero de 2012

"La Morada del Golem" por Sergio Fritz

DÍA 1.-
¡Al fin! Gloria al Creador y a su simiente que también tiene la virtud de crear.
Mis estudios en la ciencia eterna de la Kabbalah permitieron la llegada del Golem a esta Tierra.
No pensé que algún día lo lograría, pero cuando descifré el último secreto del Sefer Yetzirah… supe que todo poder estaría en mí.
Las letras, los números, los pases. ¡Allí encontré la solución! Pero no fue simple unir los elementos. La voluntad por sí sola no es suficiente.  Se requiere una especial disposición de varios conocimientos, que solo yo conozco en este pobre país occidental (Chile, nombre que nada dice).
DÍA 2.-
Allí está. Frente a mí. Un ser de mayor tamaño que yo y grueso. Sus ojos son negros, como el carbón. Su piel algo verdosa. Los movimientos todavía torpes, posiblemente por lo grande que son sus pies.
Me mira como drogado.
¿Qué pensará, si es que tiene esta facultad?
DÍA 3.-
No puedo conversar con nadie sobre mi invención. ¡Es exasperante!
Los pocos kabbalistas de Santiago son meros exoteristas más interesados en sus negocios que en el saber verdadero.
La sensación de ser el dueño de un gran secreto y no poder compartirlo con nadie es francamente desagradable.

viernes, 13 de enero de 2012

"Un Infierno Latente" Por Fraterno Dracon Saccis



   El Capitán Ramírez sacó con un grito a su hijo. Cada vez que entraba a la oficina, este le estaba esperando con rostro suplicante, pidiendo que le diera tan solo unos minutos para hablar.
—¡Ahora no tengo tiempo para tus sandeces! Cada minuto de mi trabajo es de vida o muerte.


El muchacho por un momento reflejó tristeza, tapándola luego con una máscara de insolencia.
—Nunca tienes tiempo. Al final, lo único que te importa es tu puta Policía del Karma y el resto una mierda. ¡Me cago en tu oficina, me cago en la puta que te parió y me cago en ti!
Si Ramírez padre sintió el golpe de aquellas palabras, su rostro pétreo no lo demostró. Una vez que su hijo atravesó el umbral, cerró la puerta con un golpe y regresó a sus tareas, como si acabase de despachar a un molesto vendedor de alfombras.
Llamó por el intercomunicador a su secretaria,
—Ubique de inmediato a Gallardo.
—Pero señor, hemos estado llamando a la Teniente Gallardo a su celular y al neuroviper y ambos están desconectados.
—¡Puta!

—¿Señor?

—No le digo a usted. Siga intentando y apenas la ubique me comunica —azotó el auricular y se restregó el rostro mal afeitado.

Ayer habían tenido una difícil tarde de trabajo y una difícil noche en la cama. Gallardo insistía en que le contara todo a su mujer y él insistía —como siempre— en que lo haría pronto. Esta vez hubo rasguños, golpes, una violenta reconciliación y otra vez la pelea. Pero no era para que Gallardo desapareciera de esta forma.

Además, estaba el hervidero del enjambre de fugas.

lunes, 9 de enero de 2012

"A lo lejos, asoma el pueblo" por Samir Jorge.

También puedes escuchar el relato aquí [04:34] o descargarlo desde nuestro podcast
El fuego deja de arder. El anciano, encorvado, maldice por lo bajo y despacio, doliendo cada hueso y echa leña en la salamandra. Con el tizón mueve la figurita de madera, antes parda, ahora negra. El fuego huele a sudor. La sala en penumbras se nota austera. Sobre el escuálido sofá cuelga un pellejo de vaca, sucio, polvoriento, añejo. Unas palabras, incógnitas, se pierden entre el tenue humo. El anciano tose y vuelve a sentarse, acariciando la piel. Un manojo de pelos cae al suelo.

La cama es antigua, desgastada, de fierro fraguado y doblado en un respaldo que asemeja un rosal. En el colchón aún hay marcas de la menarquía que el agua no logró sacar. Llevan ahí un día. Tapada con un cubrecama de pieles de conejo, ella duerme. El tieso abrigo impide adivinar formas, menos notar si respira. En la pared cuelga un crucifijo de plata.

Iván cabalga. A lo lejos, asoma el pueblo.

lunes, 2 de enero de 2012

"Atlach Nacha" por Patricio Alfonso

I
Cuando estoy barriendo el comedor la veo deslizarse por su hilo de seda, agitando en el aire con gracia sus ocho patas. Baja hasta el piso y camina por el parquet. Doña Verito entra al comedor, la ve y antes de que yo pueda hacer nada la aplasta de un pisotón. Luego vuelve a salir, no sin antes lanzarme una mirada interrogadora al notar en mí una consternación que no he sido capaz de ocultar.

Llego a la Iglesia de los Dolores llevando en el bolsillo una caja de fósforos donde transporto el cuerpo despedazado. El pálido sacristán me reconoce y me franquea la entrada. Me conduce a través de la nave central hacia la puerta ubicada tras los cortinajes del altar. Mientras abre con la vieja y mohosa llave, yo miró su cuerpo rígido y envarado. Sé que aquel hombre lleva muerto mucho tiempo, pero se mantiene erguido y caminando gracias a las enormes dosis de veneno arácnido inyectados en él de acuerdo a las instrucciones contenidas en el antiquísimo grimorio de Atlach Nacha­. Lo sigo ahora por húmedos escalones de piedra que bajan a la cripta de la Iglesia. En el suelo de la habitación subterránea, rodeada por decrépitos y derruidos nichos de los que se ha desprendido la mayor parte de las lápidas, hay una argolla de hierro que constituye el único indicio de una puerta-trampa. Pruebo a tirar de ella, pero soy incapaz de desplazarla ni un milímetro. El mudo sacristán, en cambio, lo hace de un tirón y con una sola mano, revelando un oscuro y fétido boquerón. Bajamos ahora por otros y más gastados escalones, esta vez excavados en la tierra misma. En las paredes salitrosas hay antorchas empotradas que evitan que la oscuridad sea absoluta; y gracias a las cuales podemos o debería decir puedo, pues ignoro si mi acompañante se vale del sentido de la vista— vislumbrar donde ponemos pie.