lunes, 23 de enero de 2012

"Babalon" por Eva Fauna.

Antes de empezar... aclaro que todo esto está basado en un mito urbano, que con frecuencia se cuenta en los círculos más íntimos del ambiente under santiaguino. Nadie sabe con certeza si se trata de algo real o una mera anécdota maliciosa elucubrada a partir de la enigmática personalidad del escultor M..., más conocido como Necro, famoso en el país y por el mundo, debido a sus curiosas y macabras obras, fabricadas con huesos y otros materiales del mismo calibre.
Muchos especulan que es eso, sólo un chisme, un invento extraordinariamente inverosímil para que alguien se atreva a creerlo. Sin embargo, otros prefieren callar. Lo cierto es que nadie volvió a ver a E..., modelo y fotógrafa,  apasionada admiradora del arte macabro, luego de ese domingo del mes de abril. Quienes guardan silencio, prefieren también esconderse del escrutinio de la gente, de la prensa y también de Investigaciones, desapareciendo prudentemente de donde puedan ser encontrados. M..., por su parte, jamás ha estado oculto, sobretodo desde la publicación, bajo autor anónimo, de las impresionantes fotografías hechas a sus obras por E... después de su desaparición.
Nadie sabe cuál es la verdad, y aquélla está muy lejos de ser desvelada. Talvez, después de todo, la historia que se narre no sea tan descabellada. Dicen que hay gustos para todo y talvez aquella monumental Babalon que recibe a los morbosos visitantes del galpón sea, después de todo, la desaparecida E..., que en forma menos humana, es venerada por su autor de una manera ciertamente curiosa...

I
E... según las personas que un día la conocieron, tenía 19 años cuando sufrió la pérdida de una persona muy importante en su vida. A partir de ese momento, el tema de la muerte empezó a interesarle, a fascinarle de una forma poco corriente. Poco a poco se volvió una experta en aquella materia, desde la visión simplista y médica hasta la parte más ocultista: todo lo estudiaba con la misma pasión, dejando otros asuntos de lado por encontrar respuestas. Devoraba libros. Visitaba con frecuencia las aulas de clase de tanatología, la morgue, y otros sitios donde la muerte deja sus huellas. De esa misma forma, un día se cruzaron en su camino las esculturas de M., por entonces conocido medianamente gracias a la singular "Estatua de la Mortandad"... curiosa coincidencia, dicen. Algunos creen que el contacto no fue tan casual... pero ateniéndonos al mito, y como han de suponer, cayó fascinada al instante. Aquellas imágenes, reflejo sin velos del misterio de la muerte la dejaron prendada. Como es natural, quiso conocer a su autor... el enigmático personaje que se escondía tras gafas oscuras, el misterioso M...
Se cuenta, no sin dudas, de que ambos sintieron una conexión especial al instante. Tenían muchos gustos en común. Ella como fotógrafa (y también como modelo), no resistió la tentación de pedirle un pequeño favor: tener aquellas piezas en fotografías de su autoría, donde también posaría. Era un sueño exquisito. Para su sorpresa, M... no se negó. Al contrario, pareció muy entusiasmado con la idea... y aprobó inmediatamente la sugerencia. Aquél domingo de abril sería la fecha para llevarlas a cabo.
E... era una mujer alta, de bellos huesos, contextura fina y cierto aire felino que a algunos amigos les recordaba a una pantera, sobretodo en su modo de andar. Por lo que cuentan, tenía talento para la fotografía, y si es cierto que las publicaciones corresponden a su autoría, debería afirmar lo dicho. Su pasión, de hecho, era esa. "Encadenar", como decía entre risas, las imágenes al papel.
Poco a poco, la enigmática personalidad de M... comenzó a fascinarla más... y en realidad, como no extrañarse ante tal personaje. Más allá de su talento, M... provocaba escalofríos, incluso en sus dudosos admiradores. Su mirada era gélida (lo es, de hecho, y muchos dicen que sólo al contemplar a su Babalon tiene cierto tinte de humanidad… ¿algo cercano al amor, tal vez?)... joven, pero de edad imposible de determinar, rostro pálido y casi cadavérico, algo en su expresión denotaba un desprecio increíble hacia la raza humana. Para E..., sin embargo, eso no fue un impedimento, sino un motivo más de interés hacia él, y hacia sus obras. Le hacía preguntas sobre su trabajo... inspiración... ¿de dónde sacaba los materiales? "... tomo una bolsa... una pala... y parto a buscarlos a donde hay varios... ¿no te imaginas donde es?", respondía él en tono jocoso, lo cual hacía las delicias de E... y aumentaba cada vez más la fascinación por aquél personaje sacado de una película de horror. "Mis esculturas... son mi reflejo... éste soy yo, sin velos... sin máscaras..."
"En la fotografía también estoy yo, sin velos. Puedes creer que son talvez producto de un excesivo ego, pero no... soy el ojo y el objeto en mi trabajo... así como tú... yo también me exhibo, retrato lo que me interesa, lo que me inquieta. Y ahí estoy yo, contemplando el vacío. Sólo me falta tu parte para reflejar lo que ahora siento... la Muerte reina, omnipresente. Talvez queramos lograr la inmortalidad... éste es un buen método. La imagen no muere jamás".

II
El cielo había estado aguardando el momento... dicen. Cuando E... salió de su casa, la tarde del domingo, los truenos hicieron acto de presencia y en unos momentos, se largó una tormenta que sería recordada por mucho tiempo. Enfundada en un largo abrigo de cuero (el que semanas después se encontró tirado en un basurero en medio de la ciudad), se dirigió rápidamente hasta la dirección que le había dado el escultor, un galpón abandonado, su taller.
A partir de aquí, las opiniones son absolutamente divergentes. Nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrió aquel día después de que E... saliera de su casa rumbo al taller. Algunos aseguran que jamás llegó allá, sino que lo que fuera que haya ocurrido, sucedió en el camino. Sin embargo, la mayor parte de quienes conocen el caso, aseguran que todo el horripilante mito en torno a Babalon tiene fundamentos muy reales… pero aquél es tan extraordinario, que los forenses ni siquiera se han interesado en investigarlo. Todo el proceso siguió causas muy distintas, y la desaparición de E... continuó siendo un misterio. A continuación detallo en su totalidad la historia, como se comenta de boca en boca.

III
Pequeña… te reconocí inmediatamente.
¿M...?
Quién más. Encantado.
Igualmente… mucho… susto.
Hahaha… igualmente ma chére… supongo que ya quieres verlas.
No te imaginas lo ansiosa que estoy.
Vamos entonces. Mi taller está aquí mismo, a dos cuadras. Tengo una botella de ron, ¿te apetece?
—¡Por supuesto… hace mucho que no tomo ron, y me encanta… pero no solo!
No te preocupes… tendremos con que combinarlo. ¿Te gusta? ¿Siniestro, eh?
Hahaha… corresponde exactamente a lo que había imaginado. El galpón abandonado…
Avanzaron a través de la penumbra en la que difícilmente se distinguían los contornos de las imponentes obras. Sintió el olor del alquitrán y otros, casi imperceptibles, que llamaron su atención… trató de concentrarse en ellos, pero en ese momento, M... soltó su mano y la repentina brusquedad del gesto la hizo detenerse, asustada por un momento ante lo que podría implicar eso; esperó unos segundos, que transcurrieron hechos una eternidad. Un escalofrío recorrió su espalda, y el nombre del escultor se le quedó justo en los labios cuando las luces se encendieron y se vió cara a cara frente a la Estatua de la Mortandad.
Apenas notó que su mandíbula se soltaba un poco, mientras desde una esquina, casi oculto por la sombra de una de sus obras, M... la observaba atentamente tras sus gafas oscuras, de brazos cruzados y respirando con cierta dificultad… verla… estirar su mano hasta tocar con sumo cuidado el borde del pútrido vestido de la ósea dama le produjo un extraño dolor en el pecho.
—¿Te gusta?
Me encanta.
—¿Quieres ser su novia?
E... lo miró con aire interrogante, dejando suspendida la pregunta en torno al real significado de aquello… pero simplemente lanzó una carcajada, que relajó el ambiente y preparó, además de temas de conversación, los primeros combinados. M... abrió la botella de ron, mientras ella instalaba sus equipos fotográficos y se dedicaba a mirar y acariciar las restantes obras que poblaban ese auténtico refugio del Doctor Mortis. Ni siquiera pudo esperar a terminar el primer vaso, y comenzó a disparar el flash, embelesada.
Bebieron, bebieron mucho, pero no lo suficiente para perder la noción del tiempo. Él la observaba embelesado… porque ella era perfecta, era todo lo que necesitaba, y sería quien llevara a cúlmine su máxima necesidad… lo quisiera o no.
—¿Me esperas un momento, querida? Ya vengo.
Claro… adelante.
Se quedó mirando al techo, algo mareada por el ron. Más mareada de lo que hubiera pensado. Frente a su rostro, la macabra imagen del Falso Profeta la miraba con una expresión curiosa, casi queriendo besarla. Se rió de la ocurrencia, pero se quedó viéndola un momento más. Flotaban otras cosas en su cabeza…
Todo se fue a negro en cosa de un segundo… su cuerpo cayó al suelo y el vaso se quebró un poco más allá de su cabeza, derramando el líquido hasta casi tocar su rostro. M..., desde atrás, miraba impávido a la mujer en el suelo con un trozo de cemento en su mano derecha.

IV
Los minutos transcurrieron lentos para ella, suspendida con ganchos y cuerdas sobre la misma base sobre la cual había estado sentada hacía unas horas atrás, bebiendo ron. No recobró el conocimiento del todo después del golpe, además porque la morfina contribuía a mantenerla sedada. Sus pies no llegaban a posarse sobre la base... M... la observaba desde abajo, el comienzo, cuchillo en mano, extasiado.
…y creo en una Tierra, la Madre de todos nosotros, y en una Matriz donde todos los hombres son engendrados, y en donde descansarán, Misterio de Misterio, en Su Nombre… Babalon.
Tocó sus piernas con contenida reverencia, con una suavidad tal vez demasiado sensible y espontánea. Miraba cada detalle, deseoso de atraparlo en su retina. Se ayudaba con una escalera para seguir recorriéndo con sus manos, como comprobando la calidad del material que había escogido para aquélla, su más importante obra maestra. Satisfecho, respiró el perfume de su ombligo y depositó sobre él un suave beso…
Hermosa, mágica, mística Babalon, ¡dame tu beso lleno de poder!
Apretó el cuchillo y con una energía frenética se precipitó sobre su cuerpo, el que comenzó a moverse con espasmos eléctricos a medida que el trabajo avanzaba.
E... abría los ojos e intentaba gritar cada vez que un hueso salía de su carne, pero aquellos gritos se ahogaban en su pecho y a cambio, sólo entregaban suspiros que parecían de entrega. Canales, ríos de sangre corrían hacia abajo por su blanca figura, regándolo todo de carmesí. Cada cierto tiempo, él embebía un vaso en el líquido y se lo llevaba ávidamente a los labios.
Serás… mi Musa eternamente… la Musa de la misma Muerte… tu belleza eterna será el talismán que me lleve al éxtasis… únicamente alcanzaré la paz a través de tu abrazo, mi etérea Babalon
Sacó una por una las vértebras de su espalda ayudado por un grueso alicate que sujetaba con fuerza. Retiró también la médula completa, moldeándolas amorosamente hasta dejarlas convertidas en un arpa ósea, la cual ejecutó con sus propios dientes, cortando los últimos ligamentos que la adherían a su lugar original.
Sus manos se movieron rápidamente con gracia de artista, reemplazando poco a poco los elementos que habían formado su cuerpo carnal con otros que formarían su estructura inmortal. Mordía su carne, deseando devorarla, tenerla dentro de su propio cuerpo, sólo para él. Lamía sus huesos salientes, como si fueran cálidos besos. A veces… se detenía a mirarla a los ojos. ¿Cómo hacerle entender que la amaba? ¿Que la amaría siempre? ¿Que la necesitaba?
Sólo mediante su talismán él lograría…
La miró una vez más, agónica, semiconsciente aún a pesar del dolor y la considerable pérdida de sangre, con la cabeza caída pesadamente sobre el pecho que apenas lograba moverse… sus ojos oscurecidos derramaron una lágrima, que cayó directa a la base, cerca de su mano.
Continuó su labor.
Cuando ya estuvo todo listo, soltó sus brazos de los ganchos que los sostenían, y el dolor de sentirlos libres la hizo reaccionar… los estiró hacia él, queriendo asirse de su carne, encontrar una explicación…. Talvez hacer lo mismo que él, romperlo en pedazos, pero eso ni ella misma lo sabría, la mezcla del alcohol, las drogas y la morfina la hacían pensar en un sueño demasiado doloroso, amargo, cruel. Trató de encontrar algo de calor en un cuerpo ajeno, que explicara el frío mortal que se había apropiado del suyo en aquella pesadilla… pero únicamente la encontró en el ardiente chorro del alquitrán que al penetrar por su boca selló definitivamente su respiración doliente. Su figura quedó de brazos extendidos, su boca en la O perfecta de una soprano, y sus ojos abiertos contemplaron por última vez el rostro de su amante verdugo, antes de una oscuridad total.

V
Escribo esta historia… este mito urbano, por una razón en particular. He tratado de ser fiel a la realidad, de parecer imparcial, pero en la realidad, no es algo que pueda lograr. Yo conocí a E..., la mujer que desapareció ese lluvioso día domingo, de la cual tantos rumores se crearon, la misma que aparece en esta fotografía junto a mi.
E... era mi mejor amiga.
Días más tarde, el abrigo de cuero con el que E... salió de su casa aquél día fue encontrado en medio de la ciudad, sin ningún rastro que explicara su desaparición. Y con el pasar de los meses, Investigaciones se olvidó del caso, negándose a comprobar una posible participación por parte de M... en el misterioso suceso.
Nunca nadie más supo sobre ella.
Meses más tarde, las fotografías salieron publicadas. En ellas, E... refleja a la perfección el ambiente siniestro que rodea a las obras de M..., la opresión del mismo escenario en el cual conviven, el perfil enigmático del artista junto a una de sus obras… todo en tonos tan oscuros como la línea que lo sigue. Tampoco nadie sabe quién publicó las obras de E... Todo está rodeado de un halo de misterio más fuerte que mis propios presentimientos.
Recientemente, M... expone sus obras más representativas en un galpón céntrico, donde personas de todas las edades y gustos, desde los más excéntricos hasta los más corrientes, disfrutan mirando su galería del horror. Aquí estoy, de pie, frente a su más grande obra, según anuncia el discreto letrero ubicado a la derecha. La mágica Babalon, de brazos extendidos y rostro iluminado y doliente, la Babalon que busca al parecer una respuesta, como yo busco la mía, el porqué del gran parecido entre ella y mi amiga, su pelo largo flotando sobre su torso desnudo y destrozado, aquélla mirada negra, las manos donde sé que lo que brilla es la plata de su anillo más querido.
Quisiera tener la verdad.
Veo a M... salir desde atrás de su imponente figura inhumana de seis metros de altura, acariciando la punta de su largo vestido transparente, con el rostro lleno de orgullo y esa sonrisa suya que como dicen, únicamente al contemplar a su bella musa macabra toma la forma con las cuales los seres humanos demostramos amor. Se dirigió a paso firme hacia la puerta de entrada. Al pasar a mi lado, pude notar que tras sus lentes me observaba… pero la sonrisa que me mostraba había perdido toda emoción.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda...

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