lunes, 27 de febrero de 2012

"El Juego de Doorbys" por Sergio Fritz Roa


¡Doorbys! ¡Doorbys!... ¿Qué estás haciendo?

El niño saltó al ser descubierto. Rápidamente su rostro se iluminó cual hoguera bajo penumbras boscosas.
De reojo miró a "mamá" y con premura borró los signos dibujados en arena.
La mujer se acercó y desde su altura de montaña lo contempló, amenazadora. La montaña ahora se transformaba en águila.

—¡Cuántas veces te he dicho que no debes invocarlos! Niño desobediente... Ven y... ¡recibe un castigo...! ¡Doorbys! ¡Doorbys, no huyas!

La voz se apagó. La voz de quien era en verdad la nueva novia de papá y no su madre, como ella pretendía.

Sentado bajo los abedules el niño susurró improperios y blasfemias. Balbuceos aparentemente inofensivos, pero que estaban dotados de la fuerza de la infancia.

De pronto, uno de ellos apareció.

Silencioso como la brisa, llegó a su lado. Por segunda vez en la mañana los nervios de Doorbys eran puestos a prueba.

—Pero, ¡por qué me asustas!

—...

—Habla. ¿Qué quieres ahora?

—Pues nada, ya sabes.... Quiero jugar. Había en la pronunciación de esta última frase algo imperativo.

—¡Aléjate, Yirivos! He tenido suficientes problemas este día. Tú sabes que a ella no le gusta que seas mi compañía.

—¿Y qué importa? Somos nosotros quienes decidimos si somos o no amigos... ¿No te parece?

Doorbys dudaba. Sabía que a ella no le gustaba su relación con los duendes. Sin embargo, cuando él, Doorbys, jugaba con ellos sentía que no había nada más importante.

El Juego. ¡Qué maravillosa creación!

El Juego. Un secreto entre Doorbys y los elementales del bosque.

Y, ¿qué has decidido?... —impetró el duende.

El pequeño observó a su alrededor, y luego siguió al gnomo, quien sonreía travieso.

Yukara, Sambañayad, Tihora-sati... Ree Vil… Doones...

A medida que un nombre era proferido, un corazón en algún lugar de Khadhar dejaba de latir, apagándose con él la vida.
El ritual, sin embargo, era extenuante.
Doorbys se sentía mareado. Deseaba volver al hogar.

Creo que no seguiré jugando... Estoy exhausto, como nunca antes. ¡Ay! ¡Mis manos!... ¡Mis manos!

Las manos sangraban.
Los duendes, empero, lo retenían. Con sus dedos de alfiler le impedían alejarse.

¡No! ¡No te vayas! ¡Ahora no!

Decenas. Cientos de voces. Aclamaban al Gran Jugador, al Gran Doorbys.
El niño se sentó otra vez en el pasto húmedo. Los ojos estaban irritados. Las manos temblorosas…
Una voz en su mente dijo "¡No más!". Pero otra vez, incluso contra su voluntad, las manos aprehendían un grotesco muñeco de cera y la voz pronunciaba un nombre; cualquier nombre. Luego alguien moría. Luego se escuchaba la risa de los duendes, cuyos rostros cada vez se parecían más a los demonios.

*

El padre, Dukali, y la madrastra, Yaseniah, hablaban con Doorbys. O mejor dicho, le apuntaban para lanzar sus retos. ¡No podía ser que estuviese todo el día lejos de su hogar! No sólo era peligroso, sino improductivo. Ya tenía casi ocho años y debía asistir al colegio. ¿Qué esperaba, entonces? ¿Que la vida se le fuera con premura? ¿Por qué otra vez había faltado a clases? Y... ¿qué era eso del Juego, los duendes, y el Gran Jugador? TONTERIAS DE NIÑO... TONTERIAS QUE SE ESTABAN HACIENDO A SUS BUENOS PADRES ALGO INSOPORTABLE.


Yaseniah debía mostrar su autoridad. Increpó a Dukali para que no tolerase más las salidas al bosque.
Incluso fue más lejos que de costumbre, y le exigió a su novio que se tomaran medidas represivas contra el menor.

—Sí, me parece que tienes razón...

Esa fue la escueta respuesta del padre. Yaseniah sugirió que el niño no saliera de su cuarto este fin de semana.
Doorbys sollozaba, y sin decir algo se dirigió cabizbajo a la habitación.


*

Aburrido entre cuatro paredes, sentía el lento paso de las horas. Algo debería hacer, pues ya estaba echando de menos el Juego. Y a sus verdes amigos.

¿Cómo podía dejarlos de lado?

*

La solución fue simple. Escapó por la ventana. Era de noche. Todos dormían.
Unos minutos más tarde estaba de vuelta con los seres pequeños, quienes lo aclamaban.

"DOORBYS... QUERIDO AMIGO... EL JUEGO... UNA VEZ MÁS... TÚ TIENES EL PODER... EL GRAN JUGADOR..."

Las palabras elogiosas lo llenaban de infantil alegría.

—Oh, pobre Doorbys... ¿por qué no llegaste esta tarde?

—No pude hacerlo, aun cuando lo deseaba intensamente. Debía esperar que anocheciera para huir... ¡Esa miserable de mi madrastra me impedía estar aquí antes!... Pero ahora duerme... sí, duerme tranquila.

El Juego comenzó. Los nombres fueron pronunciados bajo la sutil luz de la segunda luna de Hamirat y los muñecos confeccionados por los gnomos iban siendo destruidos. Uno a uno. Como las vidas de aquellos que representaban.

—Zamaord... Kailáh Biestre... Ushtiojakath...

El niño detentaba una autoridad que le confería ser al mismo tiempo hacedor—conservador-destructor. Tenía en sus manos la existencia y muerte de aquellos cuyos nombres conocía. Compañeros de escuela, profesores, vecinos...

Pero, algo estaba ocurriendo... Una incógnita que no se había presentado en las otras ocasiones.

¡DOORBIS YA NO TENÍA MÁS NOMBRES EN SU MENTE!

Atónitos los duendes. Atónito el niño.

Sin embargo, una sonrisa se dibujó de improviso en su faz.

—¡Continuemos!... ¿Cómo no se me había ocurrido antes?
"Bien, prosigamos...", decía para sí.

Y el Gran Jugador tomó en sus rojas manitas una muñeca. A continuación pronunció en voz alta el nombre de "mamá".
Segundos después ella moriría, realizando previas contracciones espantosas. Antes que su pareja se dispusiera a cambiarse de ropa e ir en búsqueda de un médico, Yaseniah había muerto.

La cama era un charco sangriento.

La lógica del Juego —pensó Doorbys— era sencilla. Resumible en una irónica palabra: elemental.

2 comentarios:

  1. Me gusta leer a Sergio Fritz. Quizás sea esta cosa loca de mezclar el terror con lo fantástico, pues yo disfruto mucho escribiendo estos dos polos juntos. De hecho, tengo una novela a medio camino y otra ya a punto de terminar y, cuando llega el momento de editar, me doy cuenta que se nota que soy un seguidor del terror, pero también de la fantasía.

    Con fritz se nota también. Ya no es casualidad que de él se lean golems, y ahora gnomos, en Chile del Terror. Pero parte importante de un buen cuento es que, tras un rato, olvides que son gnomos a los que lees (o elfos o enanos o banshees...) y se piense en ellos como meros personajes que interactúan, tal como harían dos personas corrientes. Ese es un punto a favor en este texto.

    Me pasaron dos cosas con el cuento. La primera fue la que nombré allá, arriba. La segunda es que hacia el final se vuelve predecible la decisión del cabro chico. Diablos, yo hubiera hecho lo mismo. Y fue entonces que pensé que no le hubiera hecho nada de mal al cuento que, tras hacer su magia, el niño matara a su madre, pero a la real, dándole así un vuelco y final mucho más negro al asunto. Estoy seguro que para Sergio fue opción en un minuto.

    Como sea, buen cuento. Entretenido, que es por lo que leemos al final; pasar un buen rato.

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  2. Me encantó, se me retorcieron las tripas recordando a mis compañeros nomos de infancia.
    Hace rato que no entraba al blog y antes me había preguntado, que pasa con estas criaturas, que nadie las nombra, después de haber pasado mi infancia entre aterrorizada y codiciada esto me viene a dar felicidad, un poco extraño, un poco.
    Al igual que Yañez, también pensé en lo de la muerte de la madre real, pero en sería darle un vuelco muy grande al protagonista de hacedor de maldades a victima y no me parecería muy adecuado.
    Me gustó la convicción del chiquillo, me conecté con mi maldad interna, si que lo diga que diga el nombre de la madrastra, me repetía.
    Felicidades.
    Gran tema.

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