lunes, 4 de junio de 2012

"Recordar", por Paul Eric

Hay que basarse en los placeres de la vida. No hay que regresar el pasado sino vivir el presente, pues ni el futuro importa. Eran la clase de cosas que solía recordar Francisco con una antigua pareja. Cosa curiosa, pues al recordarla, hacía caso omiso a una de sus leyes. Pero ¿cómo no pensar en ella? No de aquella forma donde sus cejas se fruncían, ni tampoco sus fuertes discusiones; que más de alguna vez llegaron a las manos. Ella sonreía y él respondía haciéndole el amor. Una sinergia de dos personas de impecables imperfecciones, pero que bajo las sábanas formaban una armoniosa amalgama.
     Ella mujer separada de más de treinta años —no importaba la exactitud— y él, un joven que aún no entendía de responsabilidades. Juntos no alcanzaban a ser dinamita, pero de todas maneras estallaban tras los orgasmos.
     No eran como el resto de las parejas amándose por las calles pálidas de soledad en Rancagua, todo cuanto podían hacer era ser distintos. La gente los miraba, no importaba. ¿Raros? Quizás.
     El futuro, de nuevo, no importaba. Pero en algún momento todo terminaría. Era algo de lo que ella solía hablar con frecuencia. Todo lo que sube tiene que bajar, pensaba Francisco, y es que ella no podía estar, cada noche, montada en él.
     Duró lo que duró. Francisco se había ido.

 Dos pastillas para dormir.

     Siempre es bueno traer a la mente ideas que van más allá de lo racional, pues Ella no sólo creaba sino planificaba sin necesidad de escribir o dibujar algún mapa.
     Ya ni siquiera, sumida en la tristeza, era algo más. El fundirse en el rincón de su habitación, sentada en el suelo, de rodillas en la frente, la locura de extrañar lo imposible era ahora rutina.
     Todos los días, mirando aquel muro vacío que era ahora el mar mismo del ahogo desesperado, eran para ella otra manera más de no dejar tiempo para dudas ni interrupciones.

Dos pastillas más.



Ya no le causaban sueño. Abría su mente mientras, en el cielo, veía nubes de colores y pájaros con hélices negras que giraban lento para flotar, sólo flotar.
Y así, junto al viento empolvado, se despidió de una vida que ya no era más que un compendio de imágenes confusas y olores sin distinguir.

     —¿Es ella? —preguntaba un detective de alta estatura y con barba descuidada.

     —Sí —respondió el otro, que aún no se atrevía a tomar muestras en la escena.

     —¿Pero qué le pasó?

     —Parece que su plan no funcionó, eso pasó.

     Era una mujer que había estado más de una semana inconsciente en el suelo de su habitación. Trató de suicidarse habiendo taladrado previamente una gruesa estaca en un lugar específico de su techo —uno que quedaba alejado de cualquier muro—. Una silla caída se encontraba a su lado, lo que daba a entender que de aquella forma llegó a tamaña altura, y finalmente se rodeó el delgado cuello con una soga reforzada para dejarse caer al vacío.
     No es posible determinar cuánto tiempo estuvo colgada, como una balanza, pero sus manos indican que, con desesperación, intentó zafarse puesto que traía varias heridas en las palmas junto a restos de sangre ya disecada. Traía la morada lengua completamente afuera de su boca. Los detectives nunca imaginaron que la lengua humana pudiera ser tan larga cuando fuera necesario.

     —Como sea, tras un tiempo indeterminado —continuó el otro detective— la estaca cedió ante el peso y ella quedó así —señaló el cuerpo de la mujer que estaba tirado de espaldas en el suelo, aún con la soga en su cuello desangrado por la presión—. Entonces la estaca cayó justo en su ojo izquierdo.

     —¿Cuáles son las probabilidades de que pase algo así?

     El otro detective no respondió. Parecía evidente que la mujer había muerto de una manera que no esperaba. ¿Un objeto punzante causa la muerte sólo por clavarse en uno de tus ojos? Lo más seguro era que no. ¿Y qué habría pasado entonces?

     —Siempre he dicho que éstos que se matan tienen que tener pelotas —dijo el detective alto, prendiendo un cigarro al tiempo que contemplaba el cadáver.

     El otro pensaba la estupidez del comentario, y no sólo por la desnudez de la escena.

     Fue otro de los suicidios de quien nadie se entera. Era posible que ni Francisco se enterara nunca de la desaparición de su ex amante.
     No se preocupó nunca más por ella, vivía del presente y no del pasado.

4 comentarios:

  1. Ya había leído este cuento en el blog de Rodrigo. Como decía en aquella ocasión, un relato crudo, aunque con unos cuantos errores de edición. En este caso, creo que se trata de una versión revisada, pero siguen habiendo un par de cosas que cambiaría como la descripción de la escena de muerte.

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  2. Fraterno Dracon Saccis7 de junio de 2012, 10:16

    Deprimente, pesimista. Deja una sensación mala (lo que es bueno).
    Claro, con más trabajo en la escena de la muerte, esta sensación tal vez sería más fuerte.
    Buen relato igualmente.

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  3. Aldo Astete Cuadra14 de junio de 2012, 11:31

    No entendí lo de la muerte, una estaca para colgarse? generalmente uno utiliza una viga, o si lo prefieres un gancho, pero una estaca no puede sustentar un nudo y a la vez soportar el peso de una persona o estoy entendiendo mal el desarrollo del cuento? Sin embargo, esta estaca se clava en un ojo, por lo que efectivamente es una estaca... Pienso que de ser una estaca ninguna de las dos fórmula hubiese resultado. En primer lugar el ahorcamiento que se describe puesto que el nudo hubira corrido por lo cónica que comunmente es una estaca, luego ella caería al suelo con un apretón seguro en su cuello, pero no como para causar lo que se describe. La estaca tampoco podría haberse aflojado a menos que no estuviera firmemente aderida al techo, si esto no fuera así y ésta cayó inmediatamente sobre la mujer, los signos de ahorcamiento no se hubieran presentado y el dolor seguramente habría provocado que la mujer quitara la estaca de su ojo, a no ser que esta fuera pesadísima y se incrustara en su cerebro. a menos que alñgo sobrenatural esté relacionado, pero aquello no se deja ver en la narración. Tal vez no entendí la muerte en el cuento y tal vez también a eso se refieran Fraterno y Javier al decir que falto desarrollo en la escena de la muerte.

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  4. Excelente, me encantó

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