sábado, 24 de noviembre de 2012

"Campanada Medianoche" por Emersson Pérez


                                               

El silencio no puede 
seguir siendo mi lenguaje
                                                     Pero solo encuentro estas palabras irreales
                                                                                                    Jorge Teillier



Una noche de neblinas mentales
entre vapores oníricos
presenciarás  al  demiurgo oscuro.
Mientras del campanario vendrá un solo tañido,
un sonido eterno.
El Ifrit hablará entre profecías;

Libérate del sonido para siempre
De esos gorjeos de pájaros a medianoche
Del campanazo ensordecedor
Ingresa la mano a través del  agujero oscuro y toma la llave

Mientras un gemido agónico del otro lado
se comprime buscando libertad, anhelando salir de la pesadilla.

Esperemos que solo sea un mal sueño
que alguien abra la ventana al amanecer
y  que la llave no sea tu propia garganta.

jueves, 15 de noviembre de 2012

"Rancio" por Pablo Espinoza Bardi

      Por el respeto que le tengo a mi gran y querido amigo no citaré su nombre en este relato. Tan sólo contaré las extrañas circunstancias que me obligaron a distanciarme de él. Para empezar diré que nos conocíamos de nuestro trabajo en la funeraria hace ya bastante tiempo (unos ocho años más menos), y cabe señalar que siempre cerrábamos nuestro local a la hora del té como una costumbre que a perdurado hasta estos días, para disfrutar de esta aromática infusión y comentar sobre lo cotidiano y mundano, pues me señalaba que el té que yo encargaba al extranjero era único en su clase. Prácticamente éramos la única funeraria decente del pueblo y la tasa de mortalidad era aceptable para nuestras finanzas, y quizás sea en parte el motivo de nuestro distanciamiento, ya que mi amigo empezó a robar mis clientes... por decirlo de alguna forma menos dolorosa, lo cual detallaré a continuación.

     Hace ya algún tiempo que lo notaba algo extraño. Se paraba horas observando los cadáveres que llegaban. Los miraba con ojo analítico y hacía ciertas anotaciones en una vieja libreta. Anotaciones las cuales nunca me mostró. Después, cuando la obsesión se hizo más evidente, me tuvo que confesar que desde que entró a trabajar a la funeraria supo que la “muerte” le había dado un propósito en la vida. Esa misma mañana lo sorprendí acurrucado junto al cuerpo de un recién llegado. Avergonzado, me pidió disculpas, tomó su dinero ahorrado de años y se fue. Por un tiempo no supe nada más de él.

     Pasaron unos cuantos meses y el negocio no andaba bien. La muerte no dejaba ganancias. Incluso ya no tenía cadáveres de indigentes y cuerpos sin reclamar que me compraba la universidad.... Una tarde, a la hora del té,  apareció mi amigo en la puerta del local.

     Su aspecto era desgarbado, ojeroso y de rancios aromas... eso fue lo primero que me llamó la atención, al ver semejante caricatura. Lo invité a tomar el té, para que me explicara qué había sucedido. Me dijo que se compró una pequeña cabaña con el dinero ahorrado, allá por la zona boscosa, a unos kilómetros fuera del pueblo, en donde se podía dedicar de lleno a su singular pasatiempo. Después de dialogar por una hora, me llevó a su cabaña. Debo confesar que sentí algo de temor, pues mientras conversábamos no dejaba de analizarme de la misma forma que lo hacía con los cadáveres. Sentía como un escalofrío me recorría de pies a cabeza.

jueves, 1 de noviembre de 2012

"Las Luces, Se Acercan" Por Fraterno Dracon Saccis

Ilustración por Omar Campos Oniri ( @oniri_comics )

Sintió que la gente de las luces venía por él.

Sus rayos aún no tocaban la casa, pero el hedor de sus mortíferas extensiones irritaba sus fosas nasales. No temía por sí mismo, si no que por sus niños. Por nada del mundo se los arrebatarían. Tantos riesgos que había tomado para que estuviesen junto a él, y ahora esos engendros vendrían con sus ojos iluminadores a arrancarlos de sus brazos. Sin embargo, no podía hacer nada para evitarlo. Ellos eran superiores tanto en número como en fuerza. Optó por subir a la habitación donde los pequeños dormían, ausentes del peligro inminente.

Se reunió con los dos niños en un abrazo. éstos no despertaron con el movimiento. Mejor así, aprovecharía hasta el último instante junto a ellos sin inquietarlos. El corazón le latía tan fuerte que parecía que escaparía en cualquier momento por la garganta, atragantándolo. Pensó que podría traspasar su pánico a los infantes, por lo que los volvió a recostar y arropar en la cama, y sentado en el piso abrazándose las piernas, los contempló, sintiendo la esencia que habían impregnado en él.