lunes, 30 de diciembre de 2013

"Teofagia"* Por Fraterno Dracon Saccis

"The Devourer" ©2012 Khaoz Vortexx
*Relato inspirado en la ilustración "The Devourer" de Khaoz Vortexx, parte del desafío "Imago Hallucigenia".


«Dios ha muerto» Friedrich Nietzsche

Al principio fue la oscuridad.

Luego de unos minutos, se dio cuenta que no era la falta de luz la que lo cegaba, si no que las costras que cubrían sus párpados. Atravesó el umbral de dolor donde la conciencia es extirpada del cuerpo, difuminando los sentidos como una gran mancha de sangre mal limpiada. El sufrimiento de una especie se había posado sobre sus hombros. Arrastrándose sin rumbo, las uñas se clavaban en una superficie cuya textura no lograba identificar, desagradable el tacto, escurridiza como la arena o el agua entre los dedos.

Pronto le llegaron los residuos de una voz. Intentó guiarse por el delgado hilo que cosquilleaba en sus oídos, hasta que las palabras se hicieron inteligibles

“Acércate, sí, ven aquí Nazareno, arrímate al calor de mi fuego.”

Las palabras se trenzaban con el crepitar. Solo cuando el ardor alcanzó su piel se dio cuenta de que había tenido frío.

“Ten, lávate esa cara que das más pena de la que has dado durante miles de años.”

El comentario no le hizo ningún sentido. Aún así tomó el balde que le habían alcanzado y lentamente fue quitándose la máscara de sangre reseca. Le costó un tiempo más acostumbrarse al exceso de luz. Cuando logró enfocar, se encontró con la inmensa figura de un hombre atizando una fogata. El brazo que sostenía la barra candente era exageradamente más musculoso que el de la mano que se estiró para ayudarlo a pararse. 

—¿Dónde estoy?

—En ningún lugar, muchacho. Si alguna vez tuvo nombre este islote y todo lo que lo rodea, nadie se tomó la molestia de informarnos. Solo le llamamos “Aquí”, aunque tampoco estamos muy seguros de que sea una forma correcta de llamarlo.

Acercó sus manos perforadas al abrigo del fuego, y solo en ese instante notó que había más comensales al rededor. Algunos compartían copas, otro estaba concentrado en mirarse en un espejo. Un par tiraba hierbas a la pira, haciendo que surgieran chispas y llamas de colores que formaban efímeras figuras animalescas. Una de las mujeres, de belleza tal que le formó un nudo en la garganta su visión, se le acercó casi poniéndole los pechos en la cara.

—Déjame ayudarte con eso —le dijo mientras tomaba la corona de espinas e intentaba sacársela con sumo cuidado.

—¡No! Dejadme...

Un coro de carcajadas siguió a su exabrupto. Cuando ya se secaban las lágrimas de júbilo, el personaje que se dedicaba a mirar su imagen en el cristal de marco de concha, sin dejar su tarea saltó en defensa del centro de las burlas.

—Déjenlo. Algunos tardamos más que otros en dejar las joyas de nuestros avatares.

—¿Joyas? —preguntó el recién llegado, indignado ante tan burda comparación.

—Joyas, escudos, símbolos —un hombre con cabeza de halcón le habló posando una mano sobre su hombro —, son los elementos con que nos construyen. A algunos les gusta pensar que son piezas primordiales, palabras universales de un idioma eterno, pero yo que veo más allá de lo evidente, sé que no son más que cagarrutas de mosca esparcidas al azar.

—Entiendo —mintió mientras se ponía de pie para librarse del peso de la mano y el aliento a carroña de su interlocutor—.  Entonces ¿Ustedes dicen que todos tenemos algo en común? —Repasó la galería demencial que prestaba atención a sus palabras. Le era inconcebible que aquellas aberraciones, algunas sin la mínima lógica en su conformación, pudiesen tener el mismo origen que Él, el hijo del Padre, Uno con su espíritu.

—Parece que va entendiendo —dijo una vocecita. Provenía desde las manazas de un gigante barbudo. Este dio un mordisco a la cabeza que acababa de hablar y con la boca llena continuó con lo que estaba diciendo su bocadillo.

—Somos creaciones con delirio de creador. El paso del tiempo nos da esa calidad, pero también nos manda al olvido, para terminar... Aquí.

—¡Basta de blasfemias! —golpeó el caldero que expelía un aroma que le retorció las tripas y unos lamentos que le clavaron la columna—. Debo encontrar El Camino. Esta ha de ser otra treta de la Serpiente.

—A mí que me registren —dijo una cobra sacando la lengua, mientras se desenroscaba de la muñeca de una mujer de cuatro brazos, para subir por el tronco de un árbol que al principio creyó era una montaña que desaparecía entre las nubes.

El gigante que aún sorbía sangre desde la tráquea del —para él— pequeño desafortunado, lanzó el cadáver medio devorado y una advertencia que hizo temblar el islote.

—NO TE ACERQUES A LA ORILLA. ESO QUE VES OSCILAR EN LA PLAYA NO ES SIMPLE MAR. SON LOS OCÉANOS DEL TIEMPO.

viernes, 27 de diciembre de 2013

"Enmascarados"* Por Aldo Astete Cuadra

Realidad Oxidada y Diluida - All Gore
*Relato inspirado en la ilustración de All Gore, parte del desafío "Imago Hallucigenia".


La madre habla al oído de la niña y ésta, a su vez, le dice al hombre "¡Papá, quítate la sangre!" "¿Cuál sangre?" Responde éste "¡La que corre desde tu oído papá!" El hombre se pasa la mano mecánicamente por la oreja izquierda.  "¡Del otro lado papá!" Y éste se pasa la mano por su oreja derecha, mira sus dedos ensangrentados y continúa manejando tranquilamente por la costanera sin observar el mar en su vehículo de vidrios polarizados. La mujer pareciera que sí lo hace, pareciera que presta atención al centenar de pequeñas embarcaciones fondeadas en la bahía, pero en realidad va sumida en pensamientos difíciles de digerir y que por sus lentes oscuros son imposibles de descifrar.
Al llegar a la casa, en las afueras del pueblo, el gran portón eléctrico se abre lentamente y detrás aparecen dos grandes pastores alemanes que en sus buenos tiempos debieron ser magníficos. Estos ladran un poco, no es muy claro si lo hacen de manera hosca o amistosa, entonces el vehículo ingresa por el camino interior hasta la casa. Dos vehículos aparcados en la entrada no los sorprenden. "¡Son los tíos!" Exclama la niña algo animada, aunque sabe que no hay mucho de qué ilusionarse, la misma rutina.
En la casa los esperaban cinco personas, todos adultos. Sus figuras se recortaban en un fondo blanco producido por el yeso de la pared y una leve luminosidad led, la casa siempre a oscuras, las ventanas tapiadas para evitar que ingresara la luz ultravioleta. A la niña la enviaron a su cuarto, ella obedeció despidiéndose con una sutil gesticulación. Estaba acostumbrada a que aquello sucediera, sin embargo, esta vez no obedeció del todo, pues se quedó en el rellano de la escalera.
—Gracias por recibirnos una vez más. —Habló uno de los invitados.
—No, qué agradecen, son ustedes bienvenidos y nosotros nos complacemos con su visita. —Repuso el dueño de casa.
—Es que no puede ser de otra manera, estamos conformes y felices con los resultados del tratamiento y queremos continuar con esto, así que continuaremos agradeciendo la oportunidad.
—En fin, no es ningún problema para nosotros compartir nuestra suerte, pero ya que insisten, les respondemos que es un honor para nosotros hacerlos partícipes de lo increíble que es vivir así, vencer a la muerte, ser más vitales que aquellos que se creen vitales y cada día están más cerca de la sepultura.
—Bueno, nosotros, evitamos cuanto podemos a esos «vivos», —prosiguió una mujer delgada y pálida— no queremos ser juzgados o descubiertos, sabemos que les sobreviviremos de continuar con el plan, pero también les tememos, son unos monstruos. Siempre juzgando al distinto, al que se adapta mejor, hemos oído por ahí que nos tachan de zombies, pero ¿quiénes están más muertos que vivos, quiénes no pueden decidir sobre su propia vida y se resignan a esperar una muerte física y cerebral?
—Sí, esta sociedad ya no soporta más, es por eso que el tratamiento, según lo vemos nosotros, es la única solución para lo que se vendrá. —Agregó la madre.
En eso ingresó una sirvienta, llevaba una bandeja con pequeños bocadillos y unas bebidas lechosas tanto para las visitas como para los dueños de casa. La mujer caminaba tiesa, sin emociones, pero todo lo hacía de forma adecuada, algo pausada, pero sin equivocaciones, sin apuros. Total, la muerte podía esperar. Vivir apurados era una filosofía que no se practicaba en casa de los patrones, eso estaba fuera de toda lógica.

jueves, 19 de diciembre de 2013

"Me reventaste la cabeza"* por Fraterno Dracon Saccis

"Me reventaste la cabeza" por All Gore
*Relato inspirado en la ilustración de All Gore, parte del desafío "Imago Hallucigenia".


Mientras esperaban el crepúsculo, bebían de una botella de ron que habían comprado en el mercado de Tren-Tal. El licor era más malo de lo que su etiqueta prometía, aunque el calor que les brindaba era suficiente para tener que soportar el gustillo a grapa que les dejaba en el paladar.
Braulio, cada vez que le pasaba la botella a Mirta, aprovechaba de deslizar la yema de los dedos por la mano de ella. Solo recibía como respuesta un gesto osco y el sonido de la garganta tragando con mayor ahínco. Braulio siempre había pensado que eso de que no hay forma de entender a las mujeres era uno de tantos clichés asociados a la generalización de géneros. Eso, hasta que conoció  a Mirta.
Amaba su personalidad tempestuosa, su actuar aunque predecible, no menos vertiginoso. Era una hermosa fuerza de la naturaleza. Había aprendido a vivir con ello, asumiendo que no era tolerable, si no que una parte fundamental de la complejidad que lo hacía amarla. Pero aveces, solo aveces, cuando el huracán se iba en su contra, cuando ella parecía olvidarse de que él era su único aliado, entonces, él tenía que explotar.
Dos fuerzas de la naturaleza actuando al unísono. Luego del cataclismo, cuando los estragos causados aparecían por entre el polvo en suspensión, Braulio se preguntaba ¿Vale la pena todo esto, nada más que para saber cuál de los dos es más fuerte?.
Sentados en la cima del cerro Tren-Tal, bebiendo uno de los rones más asquerosos que un humano haya probado, admirando la escena del sol escondiéndose tras los cerros de la cordillera de la costa, lanzando sus vetas de luz agónica sobre el lago que llevaba el mismo nombre que el pueblo y el volcán dormido en el que estaban; Braulio le hizo esa misma pregunta a Mirta.
Él pudo ver como la infinidad de opciones de respuesta pasaban por su cabeza, reflejándose en sus grandes ojos café. Notó ese movimiento imperceptible de los nervios aprestándose a poner en movimiento al resto del cuerpo para abrazarlo y terminar con el conflicto. Supo que la boca estaba dando forma a palabras muy distintas a las que finalmente salieron, palabras de cariño, palabras surgidas del corazón. Palabras que murieron antes de nacer.

“Vine a puro andar escuchando güeones.”

sábado, 14 de diciembre de 2013

"La Chiesa"* por Pablo Espinoza Bardi

The Blooded Church ©2012 Khaoz Vortexx

*Relato inspirado en la ilustración de Khaoz Vortexx, parte del desafío "Imago Hallucigenia".



«¡y durante unos momentos de pesadilla vislumbré, a través de él,
un paisaje infernal y remoto, como si me hubiera asomado a una dimensión
absolutamente extraña por una ventana abierta! Retrocedí espantado,
y la luz se eclipsó; pero al instante volvió a aparecer con brillo renovado.
Y entonces, en contra de mi voluntad, contemplé una escena
que se grabó de manera imborrable en mi memoria».

La Iglesia de High Street (1962) – Ramsey Campbell


A pesar de que llevo tan sólo una semana en este pueblo, puedo sentir una especie de magnetismo que me incita a indagar en sus costumbres, algo ajenas a nuestro mundo conocido. La Colina del Diablo se encuentra detenida en algún tiempo-espacio, parece incrustada en una época impropia a nuestro normal entender. He tratado de entrevistar a los lugareños pero me ha sido imposible. En el día el pueblo está vacío, pues salen de sus casas para trabajar la tierra del otro lado de la colina. Y en las noches todos acuden en caravana hacia la siniestra iglesia que se alza por encima de esta, como un faro que atrae distintos tipos de horrores y pesadillas.

Las festividades de diciembre son bastante conocidas en esta zona del desierto. Y por lo que he investigado, es cuando abren las puertas de la iglesia a los foráneos o turistas.
Según sus tradiciones, los aldeanos bailan en esta festividad con máscaras de diablos y rinden culto a sus deidades a lo largo del mes.

Gutiérrez es el jardinero del pueblo, y él ha sido el único que ha dado respuesta a mis inquietudes. El viejo es algo supersticioso, y a pesar de ser un pobre borracho, su relato mantenía cierta cuota de lucidez, a pesar de lo irreal de su historia, además, interrumpía su diálogo a cada rato para decirme en voz baja, e indicándome continuamente el cielo: «Ellos vigilan, Ellos saben…».

El desierto es un lugar vedado para muchos, decía. Un lugar saturado de maldad y de terribles secretos guardados celosamente por las rocas y la arena, desde los tiempos en que los Gentiles dominaban la zona. Los ancianos guardan total respeto a lo ignoto del desierto. Ellos están a la espera... en el desierto, en todas partes..., citaba una vieja canción infantil pasada de generación en generación, implantando un sentido de alerta en el inconsciente de los pequeños del pueblo. Ellos siempre han estado allí, los espíritus del desierto. Incluso, las bases en donde se construyeron algunas de las edificaciones más antiguas fueron confeccionadas de aquella tierra y de esas rocas. Construcciones que nacieron de un terreno pervertido, ocasionándoles con el pasar del tiempo un deterioro a nivel ultra-físico: «lugares cargados», decían los viejos de aquel entonces.

martes, 10 de diciembre de 2013

"Noches en vela por mami" Por Fraterno Dracon Saccis

Ilustración por Alex Olivares

Rip the veins from human necks
Until they're wet with life
Razor-blades love teenage flesh
An epidermoty
I'll bring back a souvenir
For it's my mommy's dream

—“Mommy, can I go out and kill tonight” The Misfits


Mami creía que no la veía, pero podía verla muy bien.

Todas las noches, cuando estaba seguro de que dormía profundamente, con un clavo raspaba el ladrillo bajo su ventana —nunca dejaba las persianas abiertas— hasta que logré hacer un orificio lo suficientemente grande para vigilarla. Solo una vez se asomó a averiguar qué producía el rasqueteo, pero alcancé a ocultarme entre las sombras de la chatarra que rodeaba la casa. Balbuceó insultos a los ratones y regresó a su inmundo colchón tirado en el piso. Fuera de esa noche, siempre quedaba inconsciente después—y a veces antes o durante— de que se la follara algún borracho que se largaba subiéndose el pantalón luego de descargarse en ella.

Mami siempre tuvo novios de la misma calaña: traficantes, alcohólicos —jamás bebí una gota de alcohol por mi voluntad—, ladrones de poca monta y la mayoría de las veces, eran su chulo. El último que conocí personalmente fue Freddy. Al principio me trataba bien, me traía algún caramelo, una revista o me daba dinero para que hiciera lo que me placiera. Todo era una inversión entendí con los años, una forma de llegar a la gallina de los huevos de bronce. Y para explotar a una gallina ponedora no se necesitan sus polluelos. Cuando tuvo a mami en sus manos, reportándole cada paso dado y cada peso ganado, fue cuestión de tiempo para que encontrara la forma de deshacerse de mí.

Nunca supe con qué droga tenía laceada a mami, aunque la verdad ella recibía todo lo que le dieran. Aún ahora es incapaz de decir que no. Fuera lo que fuera, Freddy ejercía un control total sobre ella. Si él le ordenaba que se la chupara al primer tipo que se le cruzara en la calle, ella accedía sin poner pero.

No debería haberme extrañado lo que ocurrió esa noche.

Viajábamos regularmente para cambiarnos de ciudad. Mami se hacía rápidamente mala fama entre las mujeres, ya que se metía con cualquiera que le ayudara a reunir la cuota que le exigía su hombre. Y eso incluía a casados, autoridades entre ellos; uno que otro sacerdote y siempre, había policías metiéndose bajo sus faldas.

En la carretera, en un bosque sin señal ni más luz que la escuálida luna, nos detuvimos saliendo por una camino de tierra hasta que llegamos al borde de los árboles. Freddy me ordenó que bajara y tras él venía mami, con una pistola en su temblorosa mano.

—¡Hazlo de una puta vez! —le gritó mientras miraba vigilando hacia el camino.

—No puedo Freddy… es mi pequeño…

—Entonces te quedas con tu pequeño espanto en medio de la nada. Yo me largo —y arrojó el cigarrillo a mi cara girando sobre sus talones para subir al auto. La braza golpeó justo en mi pómulo, pero tenía otros dolores no físicos de que preocuparme.

Mami se debatió entre atender la quemadura que tenía bajo mi ojo y salir a detener a su hombre. Lo dudó cinco segundos y se detuvo junto a mí. Freddy se volteó sorprendido por la decisión, hasta que vio que levantó el arma y me apuntó a la cabeza.

Puso el dedo en el gatillo.

viernes, 6 de diciembre de 2013

"En el bosque" por Aldo Astete Cuadra

Ilustración por All Gore

—Maestro, llevamos un par de horas caminando sin encontrar el sendero, está atardeciendo y parece que nos perdimos, ¿No cree que es hora de regresar? preguntó uno de los alumnos a Olegario Oyarzo. Habían ascendido hasta la selva valdiviana en busca de unas antiguas líneas de tren, una especie de excursión arqueológica que terminaría en la misteriosa laguna Meteoro, sin embargo, las cosas no habían salido como el profesor lo había planeado. El mapa que le habían entregado resultó ser incomprensible en medio del bosque y lamentablemente de esto se había convencido muy tarde.
—No me digas qué es lo que tengo qué hacer y menos frente a tus compañeros, respondió Olegario, cogiendo de un brazo al alumno y sacándolo sutilmente para hablar con él.
Pero es que…
¡Cállate!, ya te lo advertí… continuaremos caminando un poco más, debemos estar cerca.
Tenemos que volver Maestro Olegario. Acaso no se da cuenta de que no estamos preparados para pasar una noche acá.
Lo sé perfectamente, pero no puedo mostrar debilidad, se asustarían y sí eso sucede, tendré a un montón de adolescentes irracionales, difíciles de manejar. Tú ya te estás comportando así. Por lo tanto, te voy a pedir que te calmes, que vayas cerrando el grupo y esperes unos minutos más. Yo intentaré buscar el lugar más adecuado para que pasemos la noche sin problemas y regresemos por la mañana.
Olegario esperaba con toda su alma que el alumno captara su mensaje, que entendiera, pero siendo amable no lo lograría, ahora es cuando más debía notarse su carácter de profesor normalista.
Pero… intentó continuar el alumno que no tenía nada de tímido.
Sin peros esta vez, obedece y espera que tome las riendas, debes ayudarme, de lo contrario podemos lamentarlo. Enseguida se dio cuenta de que aquella última frase no estaba bien, se equivocó buscando la complicidad. Con este muchacho no resultaría aquello.
Yo no tengo nada que lamentar, soy uno más, es usted quien está a cargo, es usted quien tendrá que responder por cualquier problema que ocurra, iré atrás, haré lo que usted pide, pero no intente responsabilizarme por lo que pueda ocurrir.
Olegario demostró que las palabras de su alumno no le hacían mella y con un ademán de autoridad le ordenó ir hasta atrás en el grupo. Algunos alumnos habían notado la tensión y ya comenzaban a preguntarse el por qué de tanta caminata sin ver durmientes, rieles o lagunas. Pero, no todos tenían la personalidad para plantearlo abiertamente, el profesor era un tipo de autoridad y debíanle respeto.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Reseña | “Austronomicón: Los Nombres Perdidos del Sur” de Pedro Díaz Cartes

ACTUALIZACIÓN: ¡Tenemos ganador! Rodrigo Muñoz, has sido elegido por nuestro staff como el ganador del ejemplar del "Austronomicón: los nombres perdidos del sur", más un mapa gigante del territorio que abarca esta narración.
Ya nos hemos contactado contigo vía correo electrónico para afinar detalles de la entrega de tu premio. 



“Austronomicón: Los Nombres Perdidos del Sur” (Mago Editores, 2011) es un compendio de textos que pobremente podría ser definido como antología o una colección de cuentos.

Partamos de un punto que podría prestar a confusión a la hora de tomar el libro: nada tiene que ver con el Necronomicón de Howard Phillips Lovecraft, al menos no directamente. Haciendo un análisis etimológico del título del tomo que nos convoca, su significado sería “Relativo a las leyes del Sur”, lo que ciertamente puede ser encontrado de forma subterránea en cada una de sus piezas.

Martín Hidalgo Larenas es un antropólogo que, en el rigor de su labor docente fue encontrando una serie de documentos de distinta data y procedencia, que recogen testimonios sobre episodios perdidos, olvidados o borrados de nuestra historia. Poco a poco fue interesándose y recolectándolos, presintiendo pero jamás logrando ver en su totalidad aquello que se esconde entre líneas, lo que vendría en lugar de esos silencios después de una frase interrumpida obligándose a callar, lo que no se dice pero se grita en el inconsciente colectivo. Un secreto que rasguña el ventanal para desaparecer cuando te volteas sobresaltado.

Desde la época de la conquista de Chile, pasando por la Colonia, la Independencia, hasta llegar a nuestros días, los distintos ángulos que se exponen en cada relato, construyen una mirada vitral del “Lado B” del proceso en que la población autóctona del sur fue paulatinamente sofocada y masacrada, literal y culturalmente. Testimonios, bitácoras, actas. Fragmentos deslizados entre las páginas de libros empolvados, a la espera del lector preciso o el olvido definitivo.

En un ejercicio a la usanza borgeana (y por qué no decirlo, también lovecraftiana), el libro viene acompañado de gran cantidad de notas al pie, muchas veraces, así como otras imposibles de desmentir, aportando a una estética y credibilidad de documento perdido. Y precisamente es a este aspecto lo que a mi parecer, no ayuda el establecer en el futuro, el año 2055, la acción del compilador. Además que los pasajes narrados en esa época, de no ser fechados no nos darían ninguna pista de su desfase temporal. Apenas hay intentos de introducirnos en este futuro imaginado que más parece una laguna estancada. Con todo, no logra ensuciar la imagen total de la obra.

martes, 3 de diciembre de 2013

Editorial: Segundo Aniversario y el comienzo de una nueva etapa.

Afiche por Alex Olivares
Un vertiginoso año ha sido el que estamos cerrando.

Si bien no es una iniciativa nacida en Chile del Terror, la revista Ominous Tales (de la cual somos flamantes auspiciadores a partir de su segundo número) es en gran parte una señal de lo que se viene haciendo en las letras fantásticas nacionales, un variopinto de horrores y sueños maravillosos, una fusión de las palabras y los trazos, fusión que ha tenido —al menos desde nuestro punto de vista— un gran éxito en nuestra casa, que cumple este mes, dos años. 

Como nuestros lectores habituales ya han de saber, nuestro equipo ha crecido y con ello la potencia de nuestro mensaje a tomado mayor solidez. Las voces, con la fuerza del grupo, han logrado entonar sus propios cantos. El ejercicio de publicación nos ha ayudado a encauzar nuestras habilidades, imprimiendo en el colectivo la energía necesaria para llevarlo adelante, hacia metas más exigentes. Los especiales de LovecraftCULT of Goczecocogch, Mitológico y el reciente especial dedicado a los Asesinos en Serie, son una muestra del trabajo que somos capaces de lograr. Y si de ejercicios se trata, habitualmente trabajamos presentando los textos y son asignados a alguno de los ilustradores para que inspirados en ellos, realicen su trabajo gráfico y complementar la publicación. Bueno, pues esta vez trabajaremos de forma inversa: serán nuestros artistas quienes desafiarán a la sección narrativa del staff, para que basándose en algunas de sus obras, compongan un relato. Así que dentro de la próxima semana podrán ver los resultados de este experimento.

Metas más exigentes, pasos más largos. Pero hay más avances...

Aprovechando la celebración de nuestro segundo aniversario, les anunciamos que ya está en proceso lo que sería nuestro primer libro como colectivo, cuyo título tentativo es “Chile del Terror: Una Antología Ilustrada”.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

"La Horrenda Efigie del Dios Necrófago" Por Pablo Espinoza Bardi

 
Ilustración por All Gore
«…Al recobrar más tarde la consciencia, se encuentra a sí mismo encadenado
junto a la maligna sima, inhalando los humos que le hacen olvidar
 su pasado humano en un loco, primigenio delirio».
El oráculo de Sadoqua – Clark Ashton Smith

El inusual sueño comienza en el subsuelo de una oscura caverna. Estoy encadenado a un tosco madero y rodeado de cráneos, huesos y  sahumerios de corrosivas características…
Mi vista se va nublando con irritantes lágrimas producto del humo y mis sentidos se abren hacia una nueva dimensión.

Las brujas, hechiceros y campesinos de la comarca, los cuales tenían la marca del «Innombrable» tallada en la frente, deseaban fervorosos unirse una vez más a su repulsivo Dios.
Ellos danzan en la más abominable de las lujurias primigenias. Danzando con desenfrenado regocijo sobre cuerpos desmembrados, formando una sola masa, la que se mezcla en una necrótica y pagana orgía. Todo esto bajo la fría mirada de la titánica efigie del «Dios Necrófago», en la cual, el rojizo fuego de las antorchas resaltaba aún más su horrendo aspecto.

jueves, 21 de noviembre de 2013

"Funesta Luz" por Patricio Alfonso

Ilustración por Alex Olivares


“Gorgo, Mormo, thousand-faced moon, look favourably on our sacrifices”
H.P. Lovecraft


El fin del mundo vendrá cuando eclosione la luna. Porque la luna es un huevo. Cuando el huevo que ahora es la luna fue puesto, era pequeño. Pequeño en relación con su tamaño actual, pequeño comparado con la criatura que lo puso y - por supuesto - comparado con el universo (Sigue siendo pequeño comparado con el universo) El lugar de la puesta fue el espacio sideral, en una zona por cierto desconocida que es la morada de criaturas abismales. Y si es cierto que resulta mejor no describir a dichas criaturas, no lo es menos que una de ellas es la madre de la luna. Así se la puede denominar con toda propiedad, pues fue la que puso el huevo.

Merced a un mecanismo inherente a su propia biología interna, el huevo no permaneció en el lugar de la puesta sino que se desplazó. Su desplazamiento no fue poca cosa, puesto que implicó cantidades astronómicas (nunca tan bien dicho) de tiempo y espacio. Durante su recorrido, el huevo fue creciendo, y cuando fue capturado por la órbita del planeta que nosotros llamamos Tierra, si bien no tenía su talla actual, era más grande que en el momento de la puesta.

martes, 12 de noviembre de 2013

"Encuentro en el Parque" Por Michael Rivera Marín


Sé que no soy el mejor padre del mundo, ni siquiera soy el que deseé ser cuando aún era pequeño, pero de todas formas no merezco una vida así. No tengo recuerdos de vidas anteriores, ni me he interesado en las de los demás, pero sé que no existe persona alguna con sufrimiento semejante al mío.
Tengo suerte de haber encontrado esta parada de micros para sentarme a descansar. El lugar no es muy reconfortante para alejar esta pena que oprime mi pecho, pero no importa, ellos no tardan en llegar. Todo está sumergido en la marea oscura traída por la luna menguante y el poste sin foco.
Una micro se detiene frente a mí abriendo la puerta, el obeso chofer me da una mirada de pies a cabeza y la cierra, continúa su camino, mientras yo sigo esperando recordar los tristes hechos antes de olvidarlos por culpa de mi mala memoria.
Alrededor de las cinco de la tarde recibí una llamada a mi celular. Era mi ex esposa según dijo, ya que su voz no la reconocí. Salí del cine para poder hablar tranquilamente con ella y no importunar al público que veía la película. Quería pedirme que nos reuniéramos en la plaza cercana a nuestra antigua casa para dejarme estar con Marcial, mi hijo, pues desde hacía varios meses que no lo veía ni tenía noticias suyas.
Di vueltas durante horas antes de llegar donde acordamos juntarnos. Las calles me eran irreconocibles, a pesar de eso continué mi caminar hasta que hallé la plaza donde vería a mi hijo.
El parque ha cambiado mucho: los asientos blancos ahora tienen un oscuro color verde, los árboles pequeños fueron cambiados por otros altos y frondosos, los antiguos juegos para los niños ahora eran de metal bien pintado –no esa madera roída y descolorida–. Inclusive la gente había cambiado, parecían ser más adinerados, pues desde mi asiento distante al jolgorio infantil y a la pasión juvenil pude ver los autos que se estacionaban en la calle del frente para dejar libres a los niños ansiosos de diversión.
La hora pactada ya había expirado –al igual que mi paciencia–, cuando un niño, que distraídamente se columpiaba, se soltó yendo a parar sobre unos balancines.

jueves, 7 de noviembre de 2013

"Jeffrey Dahmer" por Ana Oyanadel y Fraterno Dracon Saccis

Jeffrey Dahmer por Ana Oyanadel


Restaurante 213
Por Fraterno Dracon Saccis


En mi palma, pequeña criatura
Tu vida se apaga
Mi corazón se enciende
Los ojos vidriosos, ausentes

La garganta perlada de rubí
Las alas apuntando a la tierra
Se escurre entre mis dedos
Pero antes que toque el follaje
Las pesuñas surcando el suelo
Traen un lustroso pelaje
Lo abrazo con fuerza
Tanta, que nos fundimos
Al  separarnos su sangre me besa
Pero me niego a corresponderlo

Por ahora, al menos…

miércoles, 30 de octubre de 2013

"Andréi Chikatilo" por Khaoz Vortexx y Fraterno Dracon Saccis

"Chikatilo" por Khaoz Vortexx



"El Amanecer de una Nueva Era"
Por Fraterno Dracon Saccis

Me muerdo la pata. Herido y ciego ante el colorido contraste de la sangre sobre la nieve. No es mía, así como la extremidad que mordisqueaba.

Despierto empapado.

Curioso sudar mientras se sueña con un campo yermo y gélido. Me desperezo, restriego mi cara con las manos y el sudor es pegajoso. Y rojo. De un brinco me pongo de pie. Lo que en un momento pensé era mi casa es en realidad un bosque. El follaje que me rodea está salpicado de carmesí. Entonces veo el bulto pálido y ensangrentado que yace a unos metros. El dolor en mis manos materializa el recuerdo que llega como una puñalada.

Y otra puñalada.

Y otra más.

Ella caminaba por el sendero que rodea la arboleda. Nos cruzamos, su mirada se detuvo el momento preciso en mi rostro para alejarse con desprecio. Estoy seguro que lo sabía. Mientras más se alejaba, más crecía mi ira. Respiré lento, esperando que el vacío de mi estomago se calmara, como siempre lo hacía. Pero el caos no cedió. Me obligó a girar sobre mis talones y seguir sus pasos. Me escabullí entre los árboles, ocultándome sin perderla de vista, esperando el momento oportuno.

viernes, 25 de octubre de 2013

"Albert Fish" por Visceral y Pablo Espinoza Bardi

Albert Fish por Visceral


HIPERHEDONISMO; CORTESÍA DEL VIEJO FISH
Por Pablo Espinoza Bardi

«Que alegría morir en la silla eléctrica.
Será el último escalofrío.
El único que todavía no he experimentado».

Albert Fish


I.

El informe psiquiátrico reveló lo siguiente:
el viejo Fish era un homosexual
el viejo Fish era un masoquista
el viejo Fish era un voyeurista
el viejo Fish era un coprófago
el viejo Fish era un fetichista
el viejo Fish era un pedófilo
el viejo Fish era un caníbal
el viejo Fish era un sádico

Los que no conocen al viejo Fish dirán que es inofensivo, que es un anciano incapaz de matar una mosca, que su avanzada edad —que su rostro cansino— que su no sé qué / es impedimento para cometer atrocidades de todo tipo.

Los que conocen al viejo Fish, dirán que es una aberración que escapa del precario entendimiento humano. Que es un peligro para la sociedad etc – etc – etc.

Los que conocieron íntimamente al viejo Fish (y me refiero a aquellos pobres niños), si estuviesen con vida dirían que es un MONSTRUO salido de sus peores pesadillas. Tan simple como eso.

II.

martes, 22 de octubre de 2013

"Manuel Octavio Bermúdez" por Alex Olivares y Aldo Astete Cuadra

"El Monstruo de los Cañaduzales" por Alex Olivares

Cañaduzales
Por Aldo Astete Cuadra

¿¡Quién anda ahí!?
¡Malditos dejen de joder!
no les basta con estos 26 años
acaso deben seguir atormentándome
Repito, malditos ¿¡quién puta anda ahí!?
No dejo de ver sus cuerpos, sus rostros,
descomponiéndose a la sombra de la caña
con sonrisas despellejadas sin labios
Por qué debían mostrarme lo que el gusano
les hace a sus cuerpecitos
Por qué debían atormentarme con interrogatorios y pruebas
si confesé todo, a unos y a otros sodomicé y lo asumo.

viernes, 18 de octubre de 2013

"John Wayne Gacy" por All Gore y Fraterno Dracon Saccis

"Pogo" por All Gore



Pútrida Orgía, Gusanos Onanistas
Por Fraterno Dracon Saccis

La cáscara multicolor
Capa inmaculada, luminosa
Mientras más grande el resplandor
Mayor es la zona ignota
Que riega gota a gota
Subterráneo jardín de dolor

martes, 15 de octubre de 2013

"Candyman" por Pablo Espinoza Bardi

Ilustración por Alex Olivares

Todos en la familia terminamos odiando al viejo Ordoñez. Cada día lo descuidamos más y más hasta llegar a esto: el abandono total. De vez en cuando debíamos abrir las puertas y ventanas para ventilar el lugar. Sacarlo en su silla de ruedas hacia el pasillo del bloque y dejarlo ahí hasta ya entrada la noche. Su peste nos ponía de mal humor. Las peleas eran comunes al principio, sobre todo cuando debíamos turnarnos para darle la comida o asearlo.

Con el tiempo lo fuimos olvidando. A veces pasaban días y nadie se acordaba de él. Se hizo una rutina dejarle una bandeja con comida, agua, una bolsa con caramelos y algo de morfina…, y a los días volvíamos para repetir el proceso. En ocasiones, tan sólo le dejaba la morfina y una bolsa con sus caramelos favoritos. Entrar a su cubículo me significaba una tortura. El olor a mierda mezclado con la morfina me ocasionaba terribles migrañas. Ni siquiera con dejarle la ventana abierta desaparecía la hediondez. A veces miraba su rostro repleto de surcos y cicatrices… su asquerosa barba repleta de comida y moscas… y miraba directo a sus ojos nublados y estos estaban llenos de odio. Sentía que en cualquier momento saltaría desde su silla para estrangularme…, sé que lo haría, yo en su lugar lo haría.

viernes, 11 de octubre de 2013

"Leda y Compañía" por Patricio Alfonso

Ilustración de All Gore

Me impresionó. Era un pez lento, manso, y uno lo podía tocar. También era enorme. En mi concepto - mejor dicho, en mi recuerdo - los peces eran esas criaturas diminutas, frágiles y huidizas que habitaban en el acuario que tuve en mi infancia, y que con suerte podían ser alcanzadas con una red cuando la necesidad o la ociosidad así lo ameritaban.

El estanque del esturión - Leda me explicó que esa criatura robusta cuya cabeza parecía más bien la de un cocodrilo se llamaba esturión -  tenía forma de poliedro y estaba construido a base de primorosos azulejos portugueses. Nunca tan bien dicho aquello de azulejos,  porque eran de un color celestial, y el tono del cielo era el que reflejaban en la lenta caída de la tarde veraniega. Recordé vagamente que con los huevos del esturión se hacía el preciado caviar, pero el ser del estanque - me dijo Leda - jamás pondría huevos puesto que se trataba de un macho. Leda me había llamado por la mañana y en la tarde ya me tenía ahí, luego de un agotador viaje en avión, sentado al borde del estanque de azulejos y contemplando las lentas evoluciones del apacible monstruo. A lo lejos se podía divisar la línea del Mediterráneo, la silueta enhiesta del monumento a Colón y el perfil del acuario público donde Leda lo había comprado en calidad de excedente, aunque no por ello barato. Me pagaría bien a mí por las fotos, eso estaba claro.

De que Leda tenía dinero, lo tenía, así como que era tan extravagante como guapa. De que tenía una personalidad llena de recovecos, era cierto. Quizá me escogió a mi no sólo por mi prestigio profesional, sino porque se enteró que no me gustaban las mujeres. En la cama, quiero decir. En otro sentido,  Leda me gustaba mucho. Jamás podría hacerle fotos a quien no me gustase. Y ella merecía mis respetos. Cuando yo trabajaba para Vogue supe que había rechazado ser el rostro de una multinacional. Algunos envidiosos dijeron después que otra habría sido su respuesta si no hubiese sido rica. Olvidaban que por esos tiempos no lo era, y que su actual fortuna empezó a formarse solo después de que filmara Cardumen y empezaran a lloverle los contratos. Para mentir y comer esturión…

II

La primera sesión la haría vestida. Es decir, si uno era capaz de llamar vestuario al diminuto bikini rojo y los zapatos del mismo tono calzada con los cuáles no dudó en introducirse al estanque. La reacción del esturión fue pasmosa. Al parecer, el bicho estaba en ese momento grato, nadando en torno a mi brazo mientras yo desde la orilla le rascaba de cuando en vez la cabezota. Pero cuando Leda entró en el agua pareció apoderarse de la bestia un reconcentrado frenesí. La buscó, toqueteándola con ese hocico de caimán mientras ella se dejaba hacer lánguidamente. Yo, como el pez, también estaba poseído, y no puedo llevar la cuenta de los disparos que hice con la cámara. Casi no logré advertir que fue el animal quien le quitó el bikini. La segunda sesión la haría desnuda, salvo claro está por los zapatitos rojos.

III

Fue la sesión de fotos más impresionante de mi vida. Y la última. Lo que pasó después fue la gota que colmó mi vaso. Caí después en otros vasos, en una vida de alcoholismo y errancia que duró años, hasta que uno de los pocos amigos que no me habían abandonado me arrastró a una terapia. Ahora soy un tipo sereno, que toma ansiolíticos dos veces por día y sólo sufre pesadillas de vez en cuando - “Déjame aquí, en el agua. Encontrarás tu cheque en la mesita del vestíbulo” - , pero el talento me ha abandonado totalmente. Por suerte, todavía recibo fondos por concepto de autoría cuando alguna revista hace alguna nota más bien nostálgica sobre mi trabajo.



IV

La muestra fotográfica “Leda del Mar – Nupcias y Testamento”, de Mario Calabrés, fue exhibida con tanto éxito como escándalo en la Galería Gaudí, de Barcelona. El hecho de que la famosa modelo y actriz protagonista de las imágenes se suicidara dejándose morir por inmersión luego de terminada la sesión de fotos sólo añadió morbo al  morbo.

V

En un estanque de azulejo portugués, un esturión solitario da vueltas todavía como un viudo inconsolable.


martes, 8 de octubre de 2013

"La Torre de Carne" por Aldo Astete Cuadra

Ilustración por All Gore

En el centro de Licilia los rayos paridos por la tormenta se concentraban sobre La Torre de Carne. Hacía sólo un momento que Emet había recitado la letanía contenida en los Rituales Rojos, el libro poseedor de los conocimientos arcanos y el poder de transmitir las fórmulas que dan paso a la dimensión de los seres diásporas que padecen eternamente en aquel éter  imposible.
La Torre de Carne recibe las descargas chirriando, hirviendo en su grasa humana durante siglos aglutinada, retorciéndose en un mar de piltrafas que dan forma al obelisco ciclópeo que indica el ortocentro en que se unen las energías capaces de abrir los portales para ingresar de este mundo físico al universo de las energías etéreas.