Ilustración por All Gore |
Tanas subía todas las mañanas al
techo de su casa de dos pisos para respirar el aire fresco matinal, pasaba
horas en aquel lugar meditando sobre la realidad en que estaba su
existencia. Se había acostumbrado a observar el horizonte meditando en cuáles
serían los siguientes pasos a seguir.
La mañana transcurría como todas las
demás, el resplandeciente astro iluminaba las montañas a lo lejos, el aire
fresco y puro que bajaba desde la cordillera le hacía sentir algo mejor, un
respiro. Con su mirada fija y perdida más arriba de los cerros, logró divisar, para
su sorpresa, un punto negro metálico. Pensando que podría ser problema de su
vista, se refregó los ojos, pero aquel punto no desapareció. Volvió a mirar el punto aquel, por un tiempo, hasta que comenzó a aumentar el radio
lentamente, casi imperceptible al inicio, sin embargo, al cabo de unos minutos
tomó un diámetro similar al de la luna cuando se observa en su máxima plenitud.
Conservaba el color negro, como una marea moviéndose en su interior que en sus
cimas adquiría un tono azul opaco. Se sentía desconcertado y atraído por
aquella extraña esfera. Sin quitarle la vista de encima se percató de un humo que
se colaba por detrás, fluía lentamente hasta cubrir el horizonte, ocultando las
casas, las calles, era una oscura niebla que tragaba y escondía todo a su
alrededor. Sorprendido, observó, sin moverse de su posición, la niebla llegar
hasta los techos contiguos, como un espeso río líquido, pronto se vio envuelto
también. Qué demonios estaba sucediendo. Su miedo no lograba darle fuerzas para
reaccionar, estaba paralizado, sintiendo que en cualquier momento colapsaría.
De un instante a otro todo se tornó
blanco, estiró su brazo y no pudo ver su mano, sus piernas también habían
desaparecido en la espesura. Al cabo de unos minutos de descontroladas
sensaciones, en que sus ideas divagaban, intentando describir con palabras lo
que ante sus ojos ocurría, pudo divisar en la lejanía, tenue, la esfera
negra, como si del principio de un túnel se tratara. Estaba desorientado, pero
a pesar de aquello, comenzó a dar pasos, con cuidado avanzaba procurando determinar,
dónde estaba el borde del tejado. De pronto al volver la vista, se dio cuenta que
nunca el techo había sido tan largo, se detuvo atónito, estaba seguro que había
dejado atrás el tejado por largos metros, se le heló la sangre, a pesar de no
entender y estar aterrorizado, siguió avanzando por la nubosidad tubular, y su
sensación no se condecía con lo que podría ser la experiencia de flotar, pues pisaba
sintiendo la solidez de la tierra firme.
Avanzó sin tener noción de cuánto realmente
se había alejado de su casa. Cada vez más, sentía, percibía que se encontraba a
pasos de la esfera que parecía también acercarse poniéndose a su altura. De
improviso, unas siluetas negras, que perfectamente podían ser humanas, pasaron
rozándolo en dirección contraria, sintiendo una tenue brisa al alejarse a su
espalda, ingresando en la espesura blanca. La saliva se tornó espesa, difícil
de tragar. Cuando aún no lograba convencerse de estar frente a la misteriosa
esfera, se detuvo para observar con detalle, sentía que de poder estirar su
brazo podría tocarla, asir su superficie que parecía un caldero hirviente de
agua negra o petróleo. Lentamente su miedo se tornó en fascinación, hasta que la niebla comenzó a disiparse del mismo modo
en que se había desplegado, lenta y paulatinamente se retraía hasta la parte
posterior del objeto extraño. Instintivamente retrocedió, y mirando el borde de
sus pies, constató que debajo se extendía como una blanca pared, y que él se
encontraba a muchos metros de altura, sobre el vacío, lo suficiente como para
reventarse en el suelo al caer ya sin remedio. Sin pensar más, dio media vuelta,
caminando apresuradamente e intentando no perder de vista las escasas briznas
de neblina que aún indicaban el camino de regreso a su casa. El retorno
angustiante y a la vez eterno, sentía el vértigo de la altura en sus oídos como
un pitido desagradable. Sin notarlo, tropezó con algo puesto como obstáculo en
su desesperado camino, y para su alegría el tejado de su casa apareció paulatinamente
y con él un horrendo cuerpo tendido, con el brazo derecho sobre el pecho y el izquierdo totalmente estirado a su
lado formando con su mano una garra congelada, además la boca abierta en expresión
de dolor y los ojos desencajados mirando fijamente la nada. El iris inexistente
dejaba en su ausencia, las negras pupilas dilatadas ya sin vida. Miró fijamente
al sujeto y una sensación de desesperación lo tomó por completo, el horror se
coló por su piel, lo sintió atravesando sus músculos. Tan profundo fue este
miedo, que tuvo la sensación de que todo su esqueleto se desarmaba por lo
demencial que se hacía la realidad, que en ese preciso momento estaba
observando. Ese cuerpo pálido, inmóvil que estaba derrumbado ahí, era él.
Me gustó mucho, debieras participar en algún concurso, cada dia estás escribiendo mejor, me siento muy orgullosa de ti, y alabo tu interés literario para lo que yo considero desde mi humilde e ignorante opinión, estás dotado.
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