viernes, 30 de agosto de 2013

"Sanctus Filia" por Pablo Espinoza Bardi

 
Ilustración por All Gore
Coleccionas todo tipo de santos de yeso. Los colocas alrededor de tu cama y los observas con cristiano fervor, de una manera que cualquiera diría: “éste hombre es un verdadero devoto del Señor”... y eso, se podría decir que es normal, por lo menos para los que sienten ese gran fervor religioso. Pero tu fanatismo revela un gran ardor pasional hacia tus queridos santitos, de eso, no cabe la menor duda. Todos los días, después de misa, y después de excitarte con las aberraciones que confiesan las viejas cínicas de la comunidad, acudes veloz hasta tu cuarto para saciar ese malsano vicio: el de masturbarte frente a la celestial mirada de tus santos de yeso.
               El lugar preferido es el taller, en donde creas e inmortalizas a tus santos de 18 pulgadas. Siempre les explicas a las virginales y menudas monjitas que lo más importante son los ojos y que por eso deben ser pintados con gran realismo. Todas te miran con respeto, con ganas de aprender, pero en tu mente degenerada, creas excitantes imágenes a costa de ellas… allí posees a todas por igual, ultrajando y sodomizando con un miembro irreal cada agujero creado sabiamente por el Altísimo. Ya no te controlas. Te vienen grandes ganas de salir corriendo para masturbarte frente a la estática mirada de tus santos de yeso. El placer es inimaginable.
              
               Las fantasías sexuales hacia las dulces monjitas no pasan desapercibidas para la voluptuosa madre superiora. Ella celebra a modo de lúbrico placer carnal, tus demenciales actos de onanismo exacerbado, pues ella te descubrió un día que la espiabas por ese agujerito en la pared, cuando recitaba ahogada en grasientos orgasmos un signum crucis in extremo ¿recuerdas? pero las manchas de las corridas son difíciles de ocultar en la sotana... eso lo sabes muy bien.
               Ella te pidió la confección de su santo favorito para pagar su silencio.
               El pobre San Martín de 18 pulgadas, entraba y salía de aquella enmarañada ventosa... una y otra vez, una y otra vez…

* * *

               Pero todo cambió para peor cuando quisiste experimentar algo totalmente nuevo.

martes, 27 de agosto de 2013

"Yo Soy Arkham" Por Fraterno Dracon Saccis

Ilustración por Alex Olivares

El clamor de la gente hace vibrar las ventanas de mi habitación. Puedo sentir su odio atravesar la madera de las paredes y llegar hasta mi escritorio. Todo haría pensar que preferirían estar aprovechando los últimos momentos con sus seres queridos pero no: han elegido tomar al chivo expiatorio para aplacar su frustración ante el inminente fin del mundo.

Que esté escribiendo estas líneas puede parecer tan absurdo como la actitud de la multitud enardecida, pero la verdad, no tengo ser querido alguno a quien abrazar.  Soy el último de mi familia, un linaje de alta alcurnia que —debo reconocer con dolor— conmigo ha llegado a un triste fin. Lo único que me queda es la nutrida biblioteca de mi fallecido abuelo, y esta pila de manuscritos que me han llevado a mí y al resto del mundo a la perdición.

Tal vez se haya cruzado en su camino alguno de mis relatos, editados en cierta revista de ficciones más bien hipermasculinizadas, cuyas portadas difícilmente evocan mi prosa o la de mis compañeros y corresponsales de El Círculo. Las ilustraciones de esta publicación podrían sugerirle una cruza entre las aventuras de Julio Verne con La Venus de von Sacher-Masoch.

Sembrada la simiente de las ciencias de civilizaciones antiguas, su imaginería, su mitología, su cosmovisión en general, desde los libros empolvados compartidos con mi abuelo y que recibí como herencia; regado con los nuevos conocimientos de este siglo. Es esta iluminación la que aún deja un atisbo de mi ser en esta era. El resto de mi esencia pertenece al pasado, a los años que ya no volverán, pero que han hendido a la humanidad con sus delicados colmillos.

Mis inicios —debo admitir— fueron de una emulación ahora noto vergonzosa, de mis influencias más patentes. Poe, Dunsay, por supuesto Blackwood (caballero que dejó este mundo teniendo una gran opinión de mi obra), marcaban mi estilo, dando espacio a mis prejuicios de hombre de poco mundo con pretensión de lo contrario.

Fue en mis sueños, que para muchos serían horribles pesadillas, donde encontré la verdadera sabia de mis cuentos.

Visiones de mundos indescriptibles para el lenguaje humano. Seres —si es que cabe señalarlos con tal calificación— que desafían las leyes de la física y la cordura. Si quedase tiempo a la realidad, le invitaría a leer mis transcripciones de esas imágenes. Mas solo podré entregar este testimonio.

lunes, 26 de agosto de 2013

CONCURSO | ¿Cómo sería el resurgimiento de R'lyeh?

En el marco de nuestro homenaje a Howard Phillips Lovecraft, nos complace invitar a nuestros lectores a participar en el siguiente concurso:

La morada del gran Cthulhu, aquel que está muerto pero soñando, queda ubicada frente a nuestras costas (latitud 47º 9' S, longitud 126º 43' O, coordenadas establecidas por Lovecraft en "La Llamada de Cthulhu". Haremos caso omiso de los datos dados por Derleth.), por lo que tendríamos el dudoso privilegio de estar en primera fila ante el resurgimiento de la ciudad hundida.

En un relato de no más de seiscientas palabras, cuéntanos ¿Cómo sería el resurgimiento de R'lyeh?. Lo importante es que dejes que tu subconsciente libere aquella información atrofiada, que la verdad sobre Los Primigenios y Los Antiguos sea develada. Bueno, eso, y que tu texto sea publicado a más tardar el día jueves 29 de agosto del año en curso a las 14:00 hrs. (hora de Chile), como comentario en esta entrada.

¿Cuál es el premio?

viernes, 23 de agosto de 2013

Howard Phillips Lovecraft: Un tributo gráfico por Ana Oyanadel, Alex Olivares y All Gore

Ilustración por Alex Olivares

"Horror Cósmico". Ilustración por All Gore

Ilustración por Ana Oyanadel.

martes, 20 de agosto de 2013

"El Meteoro" Por Aldo Astete Cuadra

Ilustración por All Gore

Los habitantes observaban atónitos, cómo el cielo se iluminaba con diversos reflejos multicolores y sonidos perturbadores del orden de los truenos, pero con tonos musicales graves y desquiciados que parecían obedecer a cierta inteligencia maligna. Todos asistían al suceso, ensimismados. El causante de semejante espectáculo se presentaba como una bola de fuego incandescente que extendía una estela deforme y colorida a kilómetros de distancia.
Cercana ya la media noche, sintieron pavor al constatar que un meteoro se aproximaba al pueblo y que su caída parecía ser inminente. Sin embargo, una fuerza desconocida impedía que los presentes huyeran; nadie quería perderse detalle, un morbo suicida los detenía a pesar del miedo que se alojaba en sus interiores.
En un instante, la hipnosis pareció fluctuar y el temor trastocó las mentes de las mujeres que comenzaron a rezar Padre Nuestros y Ave Marías, mientras los niños chillaban como barracos, buscando el consuelo de los padres que se mantenían mirando hacia el cielo sin decidir moverse de sus lugares con el semblante ausente, indiferentes a las escandalosas manifestaciones de sus seres queridos.
Finalmente, el aerolito y su luminosidad inundaron la atmósfera del poblado y la bahía circundante, con un bochorno nauseabundo, acompañado de ráfagas de arena, echando por tierra algunas viejas edificaciones, así como a todas las personas que no estuvieran a buen resguardo, llevándose consigo animales pequeños y gran parte de los sembradíos y frutas que aún se encontraban en los árboles. Entre todo ese alboroto, sólo unos pocos fueron testigos privilegiados de cómo el meteoro se estrelló en un silencio inusitado hacia el norte del poblado, entre los frondosos bosques que se empinaban en los montes y que rodeaban el caserío erigido frente al mar. Lo extraño fue que no se percibió explosión alguna, ni se sintió movimiento telúrico, o sonido de impacto, más bien parecía que el meteoro había aterrizado.
Mientras los pobladores, aún atónitos y reponiéndose de las magulladuras, comentaban lo sorprendente de no haber sentido una explosión, oyeron la voz desgarrada de uno de los jóvenes que pedía que voltearan para mirar a través de una nube de polvo que levitaba en el ambiente y hacía dificultosa la respiración. En el horizonte, cortado por un cielo demasiado brillante aún, se elevaba un inmenso hongo a varios cientos de metros para dispersarse, en forma de viento húmedo, cayendo con el estrépito de una ruma de troncos y golpeando nuevamente al pueblo, provocando severos daños materiales que, a esas alturas, quedaban en un segundo plano, ante la providencial escapada.

viernes, 16 de agosto de 2013

Ilustraciones | Psicópatas Chilenos 3 por All Gore y Alex Olivares


Ilustración por All Gore
Ilustración por Alex Olivares

jueves, 8 de agosto de 2013

"Plagios" por Fraterno Dracon Saccis

 
Ilustración por All Gore
            El cadáver de la niña se deshacía  y mezclaba  con el follaje mientras lo arrastraba de su tumba poco profunda. Las luces de los carros policiales se filtraban entre los árboles del denso y húmedo bosque nocturno. El rastro que dejaba la pequeña haría imposible evadir a los sabuesos.
La vidente, que tantas veces había fallado dando pistas para que encontraran a Anita, de nueve años, esta vez había acertado no solo en el lugar donde se encontraba. Esta vez había reconocido que llevaba muerta varios meses, los mismos que llevaba desaparecida.
Blazenko se detuvo un instante a meditar, Solo necesito la cabeza. Con eso me basta para retrasar la identificación. Las sombras que avanzaban crecían a medida que los ladridos se acercaban. Guardó el cráneo con retazos de piel y gusanos bailando por las cuencas en una bolsa de basura y la metió en su mochila.

Echó a correr hasta la carretera, donde tenía estacionado el auto.

Cuando comenzaba a sacar las llaves, una linterna lo cegó, dejándole apenas atisbar una placa. Rogó porque el policía no anduviese acompañado de un perro.

—¿Qué está haciendo a esta hora de la noche metido en el bosque...? ¿Qué… qué es esa hediondez? —dijo la voz detrás de la luz que se remeció.

—Quisiera saber quién es usted, porque su luz no me deja verle la cara —Blazenko intentaba ganar tiempo para calcular cómo darle un golpe y escapar a toda marcha, pero se contuvo. No puedo ser tan estúpido. Vine aquí precisamente a cortar cualquier conexión con la niña y lo único que lograría sería llevar todos los ojos sobre mí. Seguramente ya debe haber informado la patente por radio. Fue bueno haber tomado la precaución de venir con un auto robado. Pero aún así podría conectarme. Siempre hay algún detalle que se escapa.

El policía dirigió el haz hacia el cielo, iluminándolos a ambos y devolviendo la vista a Blazenko. Aún así no se tomó la molestia de identificarse.

—¡Respóndame! —gritó luego, llevándose la mano a la culata del arma.

—¡Hey, hey, hey! Espere un minuto. No me dará un tiro por venir a echar una cagada entre los árboles —Blazneko simuló entonces estar percibiendo por primera vez el molesto olor. Se miró la planta de los zapatos— ¡Mierda! Para colmo tenía que pisarla. Tuve un fin de semana de locos y me está pasando la cuenta…

—¡Muéstreme sus documentos! —dijo el policía, aún con la mano en el arma. Cuando se disponía a desenfundarla, el estruendo de un balazo interrumpió la discusión.

El policía se desplomó.

martes, 6 de agosto de 2013

Ilustraciones | Psicópatas Chilenos 2 por Alex Olivares y Ana Oyanadel

Por Ana Oyanadel 

jueves, 1 de agosto de 2013

Ilustraciones | Psicópatas Chilenos por All Gore y Alex Olivares


"Chacal de Nahueltoro" por All Gore

"Antares" por Alex Olivares