«…Al recobrar más tarde la
consciencia, se encuentra a sí mismo encadenado
junto a la maligna sima, inhalando los humos que le
hacen olvidar
su pasado
humano en un loco, primigenio delirio».
El
oráculo de Sadoqua – Clark Ashton Smith
El inusual sueño
comienza en el subsuelo de una oscura caverna. Estoy encadenado a un tosco
madero y rodeado de cráneos, huesos y
sahumerios de corrosivas características…
Mi vista se va
nublando con irritantes lágrimas producto del humo y mis sentidos se abren
hacia una nueva dimensión.
Las brujas,
hechiceros y campesinos de la comarca, los cuales tenían la marca del «Innombrable»
tallada en la frente, deseaban fervorosos unirse una vez más a su repulsivo
Dios.
Ellos danzan en la
más abominable de las lujurias primigenias. Danzando con desenfrenado regocijo
sobre cuerpos desmembrados, formando una sola masa, la que se mezcla en una
necrótica y pagana orgía. Todo esto bajo la fría mirada de la titánica efigie del
«Dios Necrófago», en la cual, el
rojizo fuego de las antorchas resaltaba aún más su horrendo aspecto.
La orgía proseguía
con la ingesta de cadáveres y culminaba con la adoración de la deidad, alabando
con arcanos cánticos y letanías.
El llanto de las mujeres
y niños raptados de otras aldeas, los cuales estaban destinados al sacrificio,
atraían a uno que otro «Ghoul» que merodeaba por los pasadizos que unen la
caverna con el antiguo cementerio, pues estos seres se hallan tan sólo en
húmedas catacumbas y en vetustos mausoleos…, además, es sabido por los
ancianos-nigromantes que los «Ghouls» fueron quienes levantaron piedra a piedra
la horrenda efigie, cuando estos todavía vivían bajo túmulos en una tierra aún
no definida, mucho antes de que tomaran el gusto por la carne de los difuntos.
Cuando los
mordaces aromas del sahumerio terminan por estimular mí ya alterada mente,
ocurre lo inefable. Frente a la deidad se encontraba una fosa confeccionada con
irregulares bloques de piedra, en la cual se encaramó una indescriptible forma abultada.
Y como si fuese un
vómito negro, surge del antediluviano agujero una irreal criatura de colosales
proporciones, la cual se unificaba en su totalidad con la penumbra de la
caverna. El juego de luces de las antorchas lo mostraba como un horrible topo
de pelaje oscuro y también lo mostraba, a veces, como un deforme lagarto negro.
Pero en ambos casos, sus enormes ojos se mostraban como dos amenazantes destellos
de fuego azulado.
El blasfemo ser se
encarama triunfante por la base de la efigie, ayudado de mortales zarpas, al
tiempo que emitía un enloquecedor bufido. Muchos de los degenerados siervos del
«Dios Necrófago» imploraban, gruñían
y lo llamaban por su obsceno nombre. Otros, se encargaban de arrojar los
cuerpos sin vida de mujeres y niños a la fosa… y hacia el mismo hocico del
Dios, el cual expelía un terrible olor a muerte y corrupción.
* *
*
Mientras el
sahumerio termina de clavarse punzante en mi cerebro, puedo sentir la
degenerada marca del «Innombrable» tallada en mi frente… y el sueño del que no
puedo escapar cambia, pues ahora me encuentro dentro del séquito de «Ghouls», y
también de los pervertidos aldeanos de la comarca que le rinden culto a estas
criaturas nacidas de la muerte, idolatrando en lo que me queda de vida, a un
aborrecible y repugnante Dios.
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