Ilustración por Khaoz Vortexx
.
—¿Qué te
sucede? Has actuado extrañamente desde que regresamos de Cancerá.
—Nada…
—Cómo
que nada. Tanto te afectó el suicidio de tus amigos de infancia, tanta mierda
te removieron en la cabeza.
—Sí,
recuerdos que había sepultado.
—¿Recuerdos
que impiden que se te pare?
—Discúlpame
—¿Qué
puede ser tan sórdido como para que el deseo se te esfume?
—No sé
si contarte. No sé cómo lo tomarás.
—Déjate
de estupideces y cuéntamelo. Lo peor que puedes hacer es ocultarme cosas, sabes
que lo detesto. Anda, suelta toda esa mierda.
—No es
fácil hacerlo.
—¿Qué
tan difícil puede ser recordar y hablar del pasado?, ni que hubieran visto un
monstruo.
—Precisamente.
—¿Cómo,
me estás hueviando?
—En
realidad, no sé qué es lo que vimos.
—Espera,
no estoy entendiendo nada, mejor me lo cuentas todo desde el principio.
—Sólo si
prometes no comentar con nadie esto.
—Lo
prometo
—Y
prométeme que después no me juzgarás, sólo quiero descansar.
—Me
estás asustando, anda y cuéntame de una buena vez.
—Promételo
—Ya te
lo prometo también, pero habla, me tienes intrigada.
«Cuando
niños salíamos a jugar por los bosques, patrullarlos en busca de nuevas aventuras. En fin, tenía 10 años, los mismos que Abel;
Néstor era el mayor con 12, también era el líder.
»Un día
invitó a Lilith, de 12 años, con quien de vez en cuando jugábamos en la plaza.
Nos dirigimos hasta el río Flojo, nos internamos en el túnel y salimos del otro
lado, junto a la cascada. Cruzamos la pampa de las Lagartijas y nos fuimos al
bosque. Estábamos recorriendo una ladera, para encontrar lianas, cuando Abel me
indicó hacia abajo. Néstor estaba frente a Lilith con los short abajo, ella lo
miraba fijamente.
»Llegamos
junto a ellos justo cuando Néstor le decía «ahora te toca a ti, queremos verte
el chorito» Ella no lo dudó y bajó su short, nos miraba a los ojos. «¿Puedo
metértela?» preguntó Néstor sin ninguna vergüenza. «Conozco una casa
abandonada, del otro lado del bosque, vamos para allá mejor» dijo Lilith, se
notaba segura, ni siquiera amenazó con que no contáramos nada, en el camino le
íbamos corriendo mano, desesperados, por metérselo ya.
»Al
salir del bosque, en un campo olvidado en el que crecían arbustos y zarzas, entre
algunos manzanos repletos de líquenes, se veía una casa de dos pisos, el paso
del tiempo no lograba disimular su color amarillo y marcos rojos. Nunca
habíamos ido hasta ahí.
»Todo se
confabulaba para que la aventura fuera la más extraordinaria de todas. Abel se
quedó atrás, pero yo le tironeé de la mano, no podía arrepentirse en ese
momento, ya estábamos afuera de la casa. Lilith, nos hizo una seña y abrió una
portezuela, apenas perceptible en la parte inferior, debajo de la escalera de
ingreso. Entramos detrás de ella, al principio veía poco, pero lentamente me fui
acostumbrando a la oscuridad, a la poca luz que entraba por las rendijas.
«Vengan por aquí» nos dijo y subió por una escalera. Ingresamos a un amplio
salón con zarzas metiéndose por las esquinas, la luz se filtraba por las
ventanas a medio tapiar. En el centro del salón había una escalera que llevaba al
segundo piso, le faltaban varios peldaños.