viernes, 29 de agosto de 2014

"Mr. Graveyard" por Pablo Espinoza Bardi













Ilustración por Ana Oyanadel.







Los ángulos de la casona cambiaron de una forma vertiginosa. Un hedor impregnó todo el lugar dejando estupefactos al Señor y la Sra. Baylock. Los dos sintieron al unísono como una fuerza invisible les trituraba los huesos al tiempo que los azotaba de lado a lado contra las paredes. La sensación viscosa de aquella desagradable fuerza se tornó en un agudo dolor cuando unos inexistentes garfios cercenaban la piel de la pareja: cortando y mutilando. La sangre fluía de aquellos cuerpos de manera sobrenatural, como si la invisible entidad succionara los chorros de sangre que nunca llegaron a tocar el piso. Aquella noche, Mr. Graveyard veía la escena con gran satisfacción.

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viernes, 22 de agosto de 2014

"Sacrificios" por Roderick Usher













Ilustración por All Gore.






La lámpara ilumina el rostro del tipo esposado a la silla. Lleva la ropa sucia y su cuidado pelo corto, que solía caer en una estudiada curva sobre el ojo derecho, ahora es una maraña de pasto, sangre y barro. Roberto, mi compañero, lo mira con desprecio. «Andrés Alarcón, Docente, Facultad de Antropología, Universidad de Concepción» consignaron los carabineros «Es un profe de universidad, uno de estos humanistas que se creen la cagada». Me da un poco de risa. Roberto estudió filosofía 3 años, pero lo dejó para «hacerse un hombre de verdad». Era lo que me calentaba de él. Ese intelectual convertido en bárbaro por culpa de «Fight Club». «De Ted Kaczynski» decía él.
«Ojo. Este huevón está loco» me susurra antes de entrar. Pongo la mano en su hombro. Puedo ver que está tenso.
—Andrés —digo, a modo de saludo, mientras Roberto se sienta frente al tipo, dejando caer ostentosamente el expediente sobre la mesa. Quiere hacer ruido. Que el hombre le vea enojado. Eso me aclara que parte de la rutina me toca— Tenemos una gran cantidad de evidencia inculpatoria. No escaparás fácil. Lo mejor es que te declares culpable y quizás la fiscalía te de alguna regalía…
El profesor suspira y echa la cabeza hacia atrás.

—No saben nada. Traigan a mi abogado. Tengo derecho a una llamada telefónica—dice.
—¿Qué mierda no sabemos? ¿Acaso no está claro, huevón? —Masculla Roberto, golpeando la mesa— ¿te crees que esto es una película policial, pendejo? —Son las cuatro a.m. Roberto es padre soltero y su hijita quedó durmiendo sola. Lo último que quiere es un fanfarrón. Le pongo la mano sobre el hombro en nuestro acto clásico de «policía buena y policía malo». La dejo ahí. Ese cuello de toro me calienta, como siempre, a pesar de esta situación de mierda. Me distraigo pensando en moteles y guardias nocturnas en el Montero, en el sabor del semen de Roberto en mi boca. Respiro profundo para relajarme y centrarme. Me froto los ojos.
—Partamos por el principio. Si de verdad no tienes nada que ocultar ¿por qué huías de la casa de tu hermana cuando llegaron los carabineros? Ella los llamó, acusando que luego de desaparecer durante un año, querías robarte a su bebé…
—Me dio miedo —El hombre alza la vista, desafiante— Tengo traumas con ustedes, cerdos, desde los tiempo de la dictadura.
Su mentira está tan bien planeada que se la cree. No hay dudas en sus ojos claros, que nos miran con desdén. Pero ya ha sido suficiente. Abro la carpeta que Roberto dejó sobre la mesa y pongo frente a él la bolsa plástica.
—¿Reconoces esto? Lo encontramos en…—los colores abandonan el rostro del hombre al ver el cuchillo. Mi compañero me interrumpe.
—Tenemos el cuchillo con tus huellas y la sangre de ambos…—Roberto mastica cuidadosamente las palabras, dejando que hagan efecto sobre el orgulloso académico— Por si fuera poco, una vieja copuchenta de tu barrio dijo que te había visto yendo al mar con tu bebé.

martes, 19 de agosto de 2014

"La Verdadera Historia de Richard Upton Pickman" por Patricio Alfonso













Ilustración por Alex Olivares







Preludio

Surge la luna tras una nube negra, iluminando la faz del Boston dormido. Sus rayos alumbran un momento la oscura fachada de una casa, en el North End. En la entrada hay de pie una silueta. La luz de la luna muestra unos ojos rasgados, unas orejas demasiado puntiagudas, los pelos rojizos de su barba rala. A sus pies yace un maletín del que sobresalen algunos lienzos enrollados y los mangos de unos pinceles, y del cuello le cuelga una cámara fotográfica. El pintor Richard Pickman lanza una mirada irónica a la calle que baja hacia el mar de Massachussets, antes de levantar el maletín y ponerse a caminar en dirección a la Copp´s Hill, pasando por callejas torcidas flanqueadas por casas de techos puntiagudos y muros vacilantes. Las casas terminan, y Pickman sube por la ladera hasta la verja del viejo cementerio. La verja está cerrada con una cadena gruesa y cubierta de orín, pero Pickman la empuja creando un espacio para deslizar su delgado cuerpo. Como una sombra creada por los rayos de la luna, Pickman camina entre las antiguas tumbas. Llega por fin al sector más recóndito y ruinoso del camposanto. Tres figuras se alzan de una lápida destrozada. Se los podría tomar por cadáveres escapados de aquellos sepulcros. Completamente desnudos, fláccidos y esqueléticos, llevan en la piel el tono ceniciento de los muertos, manchado aquí y allá por parches de moho y descomposición. Sus manos y pies terminan en uñas enormes. Sus rostros, una mixtura atroz de cerdo, perro y ser humano deben ser familiares, sin embargo, a los habitúes del Art Club de Boston, donde Pickman exhibe sus pinturas. El pintor levanta la cámara fotográfica y el fogonazo del flash relampaguea entre las sombras del cementerio. Luego Pickman se abre paso entre el monstruoso trío.
    Hoy no me ocuparé mas de ustedes, gusanos de cárcava —les dice con tono de burla—. He venido a ver a una reina.

Pickman se aproxima a un mausoleo de factura gótica que por su forma y dimensiones destaca entre las pobres y derruidas tumbas que lo rodean. La luz de la luna que pasa permite ver en el sombrío interior paredes cubiertas de nichos y un túmulo central. Pickman entra y se acerca, mirando dentro.


En el interior del túmulo los rayos lunares dejan ver el cuerpo yacente de una mujer envuelto en tules negros y con las manos cruzadas sobre el pecho.

    Hora de despertar, princesa. He venido a hacer tu retrato.

Las manos de la interpelada son tan pálidas como su rostro, con larguísimas uñas pintadas de negro. Su faz de bellos rasgos es tersa. Se la diría viva en la tumba, pero quien sabe que opinión merecería a quien se la topase en la Beacon Street. Pickman se inclina y con un beso roza apenas sus labios rojos.

    —Aquí está tu príncipe, Bella Durmiente.

jueves, 14 de agosto de 2014

"La Desolación del Solitario Tiempo" por Fraterno Dracon Saccis













"Nyarlathotep, El Caos Reptante" por All Gore






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I know that light is not for me
Save that of the moon over the rock tombs of Neb
Nor any debauchery save the unknown feasts of Nitokris
Beneath the great pyramid.

But in the loneliness of entombment,
I welcome the bitterness of alienage.


"Beneath Eternal Oceans of Sand" —Nile


Transcripción automática del mensaje captado a las 1825, envío por repetición desde Estación (abandonada) 0001 – Tierra
[BEGIN SCRIPT]
Intentaré ser lo más coherente en este informe que creo será el último que recibirán de mi parte.

Capitán Horad Robertson, número clave 3-1-1-9, a cargo del Crucero Wrap Tie-X-Cepto, único sobreviviente del transportador ID15031937, caído [segmento indescifrable] la Tierra. Se adjunta diagnóstico de errores de sistema del transportador, así como archivos de seguridad encriptados del Crucero Wrap, para ficha de proceso marcial. Como solicitud personal, hago el ferviente llamado a detener a como de lugar el proceso de repoblamiento del sistema natal. Espero que este mensaje llegue a tiempo.

Desde el crucero, previo al descenso, se realizaron todos los análisis posibles, desde la búsqueda de señales de radio por más primitivas que fuesen, hasta la ceremonia de presentación, donde no se detectó ninguna forma de vida con el raciocinio equivalente al humano. Los mediums no encontraron más que flora y fauna de nivel psíquico subdesarrollado.

Eliminados todos los factores de riesgo, conformé el equipo de descenso, dejando solo al oficial Sihttev monitoreando las funciones de la IA del crucero. Si bien la idea original era solo descender con el personal destinado al muestro, los mediums, oficiales Abbdey, Shultz y Veidt, solicitaron ser parte de la comitiva, aduciendo podría ser la única oportunidad de poner pie en la Madre Tierra. No hallando razón para negarse a la solicitud, los mencionados tripulantes se sumaron al teniente Garcés y a los oficiales Mindol, Hertz, Cutner y Brown.

El lugar elegido para tocar tierra fue el que alguna vez fuera Cabo Cañaveral, tanto por su valor simbólico como por las condiciones climáticas que presentaba el área. La entrada a la atmósfera se realizó sin mayor inconveniente, al menos hasta encontrarnos a unos 70 km. de la superficie.

En este punto, el informe se hará cada vez más difícil de hilar.

La cabina perdió su forma oval, estirándose mucho más allá de lo que está diseñada. Los telecontroles se fundieron de inmediato, pude sentir como los chips de mi nuca ardían y se derretían dentro de mi piel. El modo manual tampoco respondió, así como el resto de la tripulación ni mucho menos la IA del crucero ni el oficial Sihttey, sepultando mis esperanzas de que el piloteo remoto nos librara de estrellarnos. La temperatura se había elevado a unos 60° C y la aislación del traje no daba abasto. Los [segmento indescifrable]. Cuando el cristal del casco se agrietaba, la cabina dejó su carácter tridimensional para transformarse en una línea de luz, un haz ausente del calor infernal de hacía un segundo (o fueron horas, la memoria relativiza mucho). La paz se había apoderado de mi terror y lo había pulverizado.

Todos nos habíamos convertido en un haz de luz.

viernes, 8 de agosto de 2014

"Hombres de Negro" por Aldo Astete Cuadra













Ilustración por All Gore








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Josefa me esperaba a la entrada del emporio que se encontraba cerrado. Su rostro reflejaba una gran preocupación. Una vez al interior de su casa me comentó que había entablado una extraña conversación con un misterioso hombre en el velorio de su vecina. Describió al sujeto con ojos celestes y cabello cano le daban un aspecto fantasmal que se acentuaba por la voz grave y pausada. Utilizaba un sombrero de ala corta vistiendo de riguroso negro y sosteniendo en su mano un bastón tallado que terminaba en una horrenda figura. Le solicitó mi dirección para tratar un asunto que enfatizó ser de sumo cuidado. Josefa le sugirió asistir al funeral, en donde seguro podría encontrarme, evitando revelar mi domicilio temporal, intuyendo que mejor sería llevar a cabo la entrevista en algún espacio abierto y neutral. El hombre la observó un momento con una profundidad marina, cegadora, como si intentara escudriñar en sus pensamientos, Josefa dice haberse sentido abusada, algo se había introducido en su cuerpo, tal vez a través de los ojos, su menté se aflojó y un sopor casi la desarmaron frente a este hombre, que finalmente se despidió fríamente saliendo del velorio para unirse en la esquina a un segundo hombre de características similares, ellos se miraron sin decir nada y emprendieron un andar lento apoyando sus bastones, parecían estar sincronizados en sus movimientos, se perdieron al doblar por una esquina hacia el pueblo.
Intenté tranquilizar a Josefa mintiéndole, diciendo que, tal vez, se trataba de alguna trivialidad, de una información sin mucho asidero que dos personas seniles intentaban ofrecer, que esperaba que aparecieran en el cementerio y que dejara de preocuparse, por más que sus presentimientos le indicaran algo distinto. Más tarde, nos unimos al responso en dirección al cementerio, muchos vecinos estaban en la comitiva, centenares de personas que parecían tener más, un rostro de preocupación, que de pena o dolor ante la partida de la menor. Se trataba del suicidio 25 en menos de dos meses y nadie aún lograba desentrañar las razones por las que adultos, jóvenes y niños estaban tomando semejantes decisiones. Existía una especie de atmósfera de pesimismo instalada en el complejo habitacional Artreno, una depresión masiva y popular, algo que era imposible de explicar con argumentos racionales. Tal vez lo que los hombres de bastón me dijeran podría dar luces o encaminar mis averiguaciones. Esperaba ansioso verlos aparecer, recorrí el trayecto hasta el cementerio en vilo, imaginando el curso de una supuesta conversación, estaba seguro de que aquello no podía sino significar que ambos estaban relacionados con todo este misterio. Luego del ritual mortuorio, de toda la retórica de los discursos y del sentido llanto de familiares y amigos, se marcharon, dejando solo el cementerio, como debe ser el descanso de los muertos, en tranquilidad, una que sólo otorga la soledad. Le pedí a Josefa que se adelantara, que se fuera a su casa y que pensara bien en lo que le había sugerido, aquello de abandonar la villa y el pueblo.  Yo esperaría unos minutos más, debía hablar con ellos en ese preciso momento, para no continuar involucrándola en mis investigaciones. Un presentimiento me indicaba que se presentarían en cualquier momento, la frente y las manos me sudaban, entré en una especie de crisis nerviosa y debí sentarme en una lápida.

martes, 5 de agosto de 2014

Editorial: Especial de Lovecraft y más noticias

 Un 20 de agosto de 1890 nacía Howard Phillips Lovecraft, cuya obra ha influenciado de forma directa o indirecta a prácticamente toda la ficción contemporánea. Principalmente en el aspecto estético, pero de una forma más relevante a mi parecer, en la profundidad con que se aborda el terror desde una mirada personal, es decir, explorar los propios miedos, escarbar en la propia mente y sacar los demonios para enfrentarlos y compartir el trauma con el lector. No será el primero en utilizar este rito que para muchos puede ser un exorcismo, o bien una forma de liberar del subconsciente aquello que solo nos visitaba en sueños para que nos atormente en cada espacio que el diario vivir nos deja. Sí es uno de los autores que a fuerza de golpes logra forjar un estilo único para su época y que recién en el último cuarto del siglo XX es explorado masivamente en sus aspectos más filosóficos. El horror cósmico más allá del aspecto visual (donde en los años 80 en el cine tuvo su auge de la mano de directores como Stuart Gordon o John Carpenter), ha tocado una fibra que la comodidad de la fe en un más allá, en una prolongación mística de la vida, protegían: la inmensidad del cosmos, lo inconmensurable del tiempo se cae sobre nuestras cabezas aplastándonos mas no empequeñeciéndonos, si no que mostrándonos la realidad de nuestra diminuta existencia.
Esta faceta y por supuesto la querida galería de monstruos góticos e indescriptibles serán habitantes este mes del especial de Chile del Terror dedicado a la figura de El Sumo Sacerdote Ech Pi El, con textos e ilustraciones tanto de nuestro staff como de nuestros colaboradores más destacados.
Y no solo de Lovecraft viviremos este agosto, ya que además presentamos una nueva venta en verde de Austroarbórea Editores, esta vez proyectando re editar las obras de dos de nuestros escritores: Pablo Espinoza Bardi y su “Necrospectiva”, y Aldo Astete Cuadra y su “Mente Suicida y Otras Muertes”, ambos libros publicados originalmente por Cinosargo Ediciones, y que en esta nueva propuesta buscan asemejarse al formato que nos entregó “Chile del Terror – Una Antología Ilustrada” (de la cual quedan muy pocas copias), formando un corpus fantástico acorde a la línea de Austrobórea.
Así que están invitados a participar en esta preventa adquiriendo por un precio preferencial dos grandes trabajos de horror, además de pasada apoyando un proyecto independiente.