martes, 24 de noviembre de 2015

"El hombre / El Parte / El Octavo" por Roderick Usher














Ilustración por All Gore.










Era bien feo eso que estaba haciendo yo, me decía. Meterme en medio como si no supiera que lo que él estaba haciendo era una buena pega.

Se notaba que yo no era muy hombre. No como él. Él era del campo y en el campo se aprendía a ser hombre, aunque a uno no le gustara. El tufo a cerveza llena el aire. Y eso era lo que ella necesitaba: un hombre de verdad.

Mi mano derecha se movió instintivamente hacia el pecho, donde estaba mi arma. Pero no alcancé a tomarla. Él continuó.

La conoció porque él, ahí donde lo veía, era amigo de su marido y frecuentaba su casa. Cuando terminaron, él la consoló. Hacía tiempo le gustaba ella, así que aprovechó que estaba necesitada de cariño para acercarse y después usó todas las cosas que contaba o de las que se quejaba su marido para llegar bien adentro y conquistarla. Era bonita ella. Era una mujeraza, decía, gesticulando. Todo lo que él siempre había querido. Una mina fuerte, que no se anduviera con tonterías.

Pero su matrimonio no había terminado muy limpiamente, así que el ex esposo, su amigo —aunque era más bien el amigo de un amigo—, agrega, la maltrataba por teléfono.

Al menos eso siempre decía ella, que le respondía airada que no toleraría sus insultos y qué sé yo que otras cosas. Nunca puso atención. Él era un hombre y su mujer estaba sufriendo por culpa de un imbécil.

Así que lo despachó una noche. Era del campo, me decía. Eso era lo que hacían los hombres de verdad, continuaba. Hacerse cargo. Si su mujer sufría, él se encargaba. No tenia mucha plata tampoco, así que hubiese hecho cualquier cosa por ella, que además lo mantenía bien vestido y alimentado.