viernes, 2 de septiembre de 2016

"Las costas de Chiloé" por Sergio Fritz Roa














Swamp Thing Vol 2 #47
(Abril, 1986)
Alan Moore/Stan Woch/Ron Randall















ESCENA A.-
(12.000-14.000 AÑOS ATRÁS)

Dos serpientes expresan su poderío en el hemisferio austral: la de agua (Caicai) y la de tierra (Threnthreng).

Mientras Caicai vilú desea eliminar una vez más a los hombres (han habido varias humanidades), esos engreídos seres que reptan torpes por el planeta, infectándolo debido a su facilidad reproductiva, Threnthreng vilú, compasiva los protege, haciendo crecer los cerros para que no los alcancen las aguas.

Es una lucha sin cuartel, en la que gana la serpie de tierra, y por añadidura los hombres, quienes serán así los sobrevivientes de un diluvio portentoso. Caicai vilú antes de retornar a las profundidades marinas les lanzará una última mirada. Una de odio preternatural...

De esta forma los mapuche y los chilotes narran hasta hoy un hecho mítico.

Sin embargo, este conflicto continuará en toda la historia expresado de distintas maneras. Y así, los alquimistas hablarán de la rivalidad entre lo mercurial (las aguas) y el azufre (la tierra, lo ígneo). Un científico como Hörgiber expondrá la lucha entre el hielo (las aguas) y el fuego (que surge desde el interior de la tierra). Esta teoría será recogida por el nacional-socialismo alemán y un erudito como Carl Schmitt teorizará la batalla necesaria que se da entre Mar y Tierra, ejemplificándola entre los imperios marítimos (por ejemplo, Inglaterra) y los terrestres (Alemania). En la literatura, el escritor norteamericano H. P. Lovecraft hablará del horror venido del mar, expresado en seres como Dagon y los profundos; en la sumergida ciudad de R´lyeh, donde habita el temible Cthulhu; en la “Secta Esotérica de Dagon”; en el puerto de Innsmouth; y en un largo etcétera.

Y será este autor quien hable de manera explícita de un pacto... de un monstruoso pacto entre creaturas marinas y hombres.

Las leyendas chilotas no dicen algo diferente al establecer que los brujos del Caleuche (barco fantasma) mantienen un oscuro acuerdo con seres marinos. E incluso, una leyenda aún más arcana indica que las mujeres mantuvieron contacto sexual con los delfines, y de su producto surgieron los actuales chilotes.

Mis investigaciones me han llevado a establecer que los brujos aún existen, organizados desde hace unos siglos en la sociedad hermética llamada la "Recta Provincia", mantienen trato con dichos poderíos marítimos y esperan el regreso de Caicai vilú...


ESCENA B
(DÉCADA DE LOS CUARENTA)

La Segunda Guerra Mundial tiene por escenario no sólo Europa, sino como se sabe Asia, el norte de África y América.

Onofre Thompson es un marino mercante, que como mucho chilenos simpatiza con el Eje, aún cuando lo es más por una cuestión instintiva que de real conocimiento político. Su apellido, sea escocés o irlandés (nunca supo bien de qué territorio llegaron sus antepasados a América del Sur), tiene raíces contrarias a ese imperialismo inglés que todo lo asfixia con su sed de esclavitud. A Onofre poco le interesa la weltanschaaung nacional-socialista. Su simpatía es simple y amplificada por el hecho de una lucrativa oportunidad que no debe rechazar. La economía en Chile como en todo el mundo no es clara, sino de lo más insegura. "La misión", como la llama, consiste en participar en un viaje hacia Chiloé y más allá, para proveer de mercaderías a soldados alemanes que se esconden en la loca geografía súrica, en submarinos. Y aunque sabe que eso es penado como contrabando, y que el gobierno chileno (sin duda, presionado por los británicos y sus hijos yanquis) ha roto relaciones con el Eje, acepta.

Esta situación le da no sólo el dinero que necesita, sino algo más valioso: emoción. Lo prohibido llama al riesgo. El riego trae emoción. Es un ciclo perfecto. Como la serpiente-dragón Ouroburos que se muerde la cola...

El barco en el que navega ahora se interna por el canal de Achao. Es de noche y los tripulantes para no ser controlados por las autoridades marítimas evitan todo aquello que pueda delatarlos.

Poca luz y nada de ruido. Está despejado y se aprecian bellísimas las estrellas cubriendo el manto celeste. Mañana deben llegar a la zona donde están escondidos los alemanes. La ubicación exacta Onofre la desconoce, por cierto. Él solamente es un engranaje en la cadena del anillo.

Conversa con dos de los marinos. Son gente ruda. Inculta. No queda otra que hablar de borracheras, mujeres fogosas, bares y las peleas a cuchillo que aún se libran en los barrios de "don Pancho" (nombre de cariño que le dan los marinos a Valparaíso, pues mientras llegan las naves les parece que la bahía chilena es como la de San Francisco, Estados Unidos), de donde son la mayoría.

Ellos beben a destajo; pero Onofre esta vez no. Tiene un presentimiento. Hay algo que lo inquieta. La noche está demasiado tranquila...

Pasan las horas y sale a bordo. Con sorpresa ve cómo una densa neblina empieza a caer y tapar las estrellas, cubriendo el cielo.

Llama a sus acompañantes y todos obnubilados contemplan el extraño fenómeno. Un frío ártico acompaña la neblina.

Y es en esos momentos cuando ven aparecer desde la neblina unas luces.

––¡Cresta, los guardiamarinas! ––alcanza a decir alguien, mientras otro lo calla con una mirada amenazante.

¿Qué hacer? ¿Entregarse? Las preguntas desfilan sin respuesta en la mente de Onofre.

Pero...ahora, mirando mejor, descubren que el barco que viene es uno especial. Onofre se refriega los ojos. ¡No puede ser!, exclama. Él no ha bebido nada. Entonces ¿cómo explicar esa aparición? Pues se trata de un barco antiguo, de seguro de doscientos o más años... Hay luces y da la impresión que están celebrando adentro...

–– ¡El Caleuche! ––grita alguien. Ya nadie lo censura.

Onofre alcanza ver a unos hombres con aspecto de piratas, medio jorobados, con trajes de otro siglo y unos ojos cargados de odio... Se escuchan los llamados de una sirena.

Ya es demasiado tarde... van a chocar. El Caleuche está muy cerca. Pero... ¡desaparece! Y en su lugar se ve una nave moderna que los estrella...

El barco de Onofre se ha hundido y él, marino mercante que sin embargo nunca aprendió a nadar, se apoya con toda su fuerza en una tabla...

Por suerte todos los tripulantes sobrevivieron. Nunca dijeron la verdad sobre el negocio que los llevaba a esas zonas australes. Sólo mencionaron que traficaban alcohol.

Quienes los rescataron nunca entendieron cómo aquéllos no pudieron escuchar sus reiteradas llamadas y cómo no los vieron... Los salvadores nunca divisaron neblina y ¡menos ese barco antiguo al que se referían con miedo los náufragos!


ESCENA C.-
(DÉCADA DE LOS NOVENTA)

Hacia el atardecer dos jóvenes salen de la casa palafito, rumbo a la playa.

Tienen dieciocho años aproximadamente y llevan a escondidas unas botellas de vino. El día es claro, hay un viento frío aunque agradable y más encima es viernes. ¡Ideal para tomar frente al mar, encender una fogata y conversar sobre música, fiestas y chicas!...

Nada más fácil que hacer un fuego. Hay que juntar uno de esos tantos palos que como estacas se levantan en la arena y en las rocas, producto sin duda de uno de esos frecuentes naufragios, unas ramas secas, prender éstas primero y ¡ya está! Una fogata se ha realizado.

Empieza la conversación. Ya están cómodos, riendo y echando groserías contra la escuela, el estado chileno, los políticos y la situación de aislamiento de Chiloé,
cuando un sonido extraño empieza a manifestarse a unos diez metros de la fogata. Se dan vuelta para saber lo que ocurre. ¡No pueden creer lo que sus ojos están contemplando!

Desde las arenas empieza a salir y elevarse una masa deforme, de color verde. El miedo los invade... jamás han visto algo así. Ahora, “la cosa” toma el tamaño de un metro y se transforma en un ser con apariencia semihumana... El fuego permite verlo bien. A uno de ellos le recordará las gárgolas medievales o a esos demonios de las carátulas de bandas musicales de rock pesado. Al dar vuelta el rostro, el extraño ser muestra unos ojos cargados de odio infinito…

Y como sonriendo, “la cosa” da un salto inmenso en dirección a la isla del frente de la playa.

No es necesario decirlo. Los jóvenes lo saben: han visto a un brujo. Estos tienen la posibilidad de transformarse en animales y seres demoníacos para efectuar sus actos.


EPÍLOGO.

Las tres escenas descritas aquí las he escuchado de primera fuente. No puedo asegurar su veracidad, pero tampoco su falsedad. Las adorné un poco, pero sin modificar el relato en sí. La primera está tomada del folclore popular mapuche y chilote. La segunda, la oí de mi tío abuelo Onofre, cuando yo era un niño. La última de un joven chilote, amigo de una hermana.

Cuando escuché hablar por primera vez sobre la misteriosa isla Friendship, en un programa que se dio en la TV abierta, lugar donde habría seres de tecnología avanzadísima (terrestres o no; las hipótesis son variadas) y que estaría en el archipiélago chilote, me sonreí. No hay otro lugar más idóneo para ubicarla que en las costas de Chiloé...








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