lunes, 12 de marzo de 2012

"De Piel y de Agua" capítulo primero, por Fraterno Dracon Saccis



A Carolina le costaba acostumbrarse a lo cortos que se hacían los días en el invierno. Por esto no había calculado la hora en que debía partir de la casa de su compañera Rosa, para que no la atrapase la oscuridad en el camino.

La prueba de matemáticas era una de las más difíciles vallas para no repetir octavo básico y salir del colegio a algún liceo fuera de La Quebrada Escobar. Quería expandir su mundo fuera de Lo Hidalgo. No es que su casa quedara aislada del mundo urbano, pero ya estaba harta de los inmaduros de su curso, que sólo sabían hablar de poner lazos, tramperos, de la pichanga pasada y de la que se les avecinaba.

Para el común de las personas, las formas que se ciernen sobre ellos al atardecer en un bosque, personifican siluetas siniestras. El crujir de la madera, el aterrizaje de una hoja o rama sobre el follaje, o el ulular de las aves nocturnas, penetran en sus oídos como los cánticos de almas en pena.

Para alguien como Carolina, que transita por estos parajes a diario, que ha crecido perdiéndose en la multitud de troncos, que el aroma a eucaliptos no es más extraño que el de la tierra húmeda; el aspecto del bosque en el ocaso no significaba nada terrorífico.O por lo menos no lo significaba hasta este crepúsculo.
A pesar de las recomendaciones de su madre, no quiso seguir por el camino El Sauce, que rodea el bosque, prefiriendo atravesarlo para demorar menos tiempo. Podía ya divisar las luces de las casas al otro lado, cuando una quebrazón de ramas la alertó. Se detuvo para poner oído, y al no escuchar nada prosiguió. Tres nuevos pasos dio cuando un estruendo de crujidos se aproximó a ella, luego cayéndole encima un peso inmenso. Entre la penumbra, un par de ojos desorbitados flotaba sobre su cara. Ahora distinguía el jadeo y el aliento aguardentoso de una persona.

Esa mirada ya la había visto.  

Una mano callosa y torpe la detenía por el cuello, y otra más ágil se deslizó bajo su uniforme. La respiración entrecortada del atacante se posó en su oreja, jadeando con una voz familiar. La lengua, casi tan áspera como la de un gato, pasó dejando un rastro de saliva. La repugnancia le ayudó a reaccionar justo cuando la mano impertinente bajaba su ropa interior. Dio un rodillazo con toda la fuerza que tenía en la entrepierna del agresor, soltando este un apagado alarido.

Esa voz ya la había oído.

Desorientada, no se percató que corría en dirección contraria al camino,  preocupada más de gritar por ayuda. Salió del bosque a las parcelas que había cruzado hacía un rato y se dio cuenta de su error. Al girar se encontró con una silueta que se acercaba recién reincorporada.

Esa figura se le hacía conocida.

Estaba muy cerca como para intentar regresar, así que continuó saltando las melgas, con la esperanza de llegar a la casa de Rosa. Miraba cada cinco pasos sobre su hombro, cerciorándose que le estaba sacando buena ventaja a su perseguidor. Apenas podía respirar y las piernas ya casi no las sentía. Su cabeza parecía un globo relleno con abejas, que zumbaban y le picoteaban el cráneo.

El brillo de la luna sobre el estanque cercano a la casa de Rosa, tranquilizó su corazón angustiado. Volvió a mirar tras de si, y la forma oscura ya era una vago punto sobre las parcelas. 

Entonces cayó en un canal.

Impactó el estomago y luego la espalda en el borde de la zanja. El golpe en el abdomen la dejó sin aire, y no lograba inhalar. Se aferró de las ramas que colgaban, intentando en vano ponerse de pie. Después de varios intentos consiguió deslizarse fuera, para sólo encontrase con una sombra que se abalanzó sobre ella.

La agarró del pelo, arrastrándola por el piso varios metros. Carolina aun no lograba respirar, cuando el hombre se le montó. Reanudó su manoseo, ahora de manera más compulsiva, rasgando los calzones, y metiendo los sucios dedos en el sexo de la muchacha. Esta aun no lograba tragar aire, y a tientas buscaba algo a su alrededor para defenderse, sin lograr tocar más que pasto y barro. Con las piernas se impulsaba para evitar el contacto del bulto del atacante. En un último desplazamiento, se encontró con una filosa roca que de inmediato impactó en la cabeza del degenerado. Este se llevó las manos a la herida, dando el espacio suficiente para que Carolina se incorporara y le asestara un nuevo piedrazo. El hombre cayó de espalda, y en un arranque de furia regresó a la carga. 

Carolina ahora supo quien era.

Hacía varias semanas que en el Liceo Arturo Prat de Limache, alumnas venían desapareciendo sin dejar huella. Todas habían sido vistas por última vez en clases.

Como era de esperarse, las denuncias no hicieron eco en las autoridades, y como en otros casos de similares características, la ausencia de las jóvenes se atribuía su propia voluntad, llevadas por la búsqueda de independencia y dinero fácil a cambio de prostituirse en Valparaíso o Santiago. 

Pero ni en el Liceo ni en sus casas podía caber que ya cuatro adolescentes y dos niñas se escaparan de sus hogares sin dejar siquiera una carta, y lo más extraño, sin llevarse ni un par de calcetines. 

Carolina tenía a un sospechoso. 

“El chueco” era un hombre de cuarenta y tantos años, que trabajaba como auxiliar en el Liceo Arturo Prat. Manejaba una destartalada camioneta Chevrolet, que lo llevaba a su casucha, a unos dos kilómetros de la casa de su amiga Rosa, en Lo Hidalgo. “el chueco” ostentaba ese apodo porque tenía la mano derecha deforme, enroscada hacia dentro, conservando la movilidad de los dedos pulgar e índice, suficientes para desempeñarse en labores simples como las del campo y la limpieza, como era su ocupación actualmente. Este personaje siempre miraba con lasciva persistencia a las muchachas que transitaban por los polvorientos caminos, ofreciéndose a llevarlas. Ninguna aceptaba, menos viendo los ojos saltones del chofer, que no se molestaban en mirar el rostro, y se detenían en las piernas y en la curvatura de los pechos en plena formación.
Ninguna aceptaba, se suponía. Pero Carolina pensaba algo muy distinto.


Se lo intentó hacer saber a su madre, pero esta desestimó en pleno las primeras insinuaciones de que “el chueco” podría ser un degenerado.

“Ese caballero lo ha pasado muy mal. Por su deformación todo el mundo se burla de él. Si por la divina providencia consiguió trabajo en el liceo."

Si la divina providencia existía, Carolina no creía que fuera la responsable de tener a “el chueco” en ese preciso instante, apunto de violarla e incluso matarla.

Lanzó la piedra con toda su fuerza, pero esta apenas rozó el hombro del enfermo. Corrió gritando a la espera de que en la casa de Rosa la escucharan. Esta vez no hizo tal de mirar hacia atrás, centrando toda su energía en escapar. La aberración de mano la tironeó del pelo haciéndola caer. La tomó de las muñecas arrastrándola a la orilla del estanque, donde no mostró nuevas intenciones de ultrajarla. Tomo una piedra inmensa y la alzó para dejarla caer sobre la cabeza de Carolina. Esta, en un intento final y desesperado, lanzó una patada, que dio en plena rotula del atacante, haciendo que la rodilla se doblase hacia atrás. La roca cayó sobre el pecho, derribándole. No alcanzó Carolina a aliviarse, cuando el hombre se levantó arrojando hacia un lado el peñasco. Carolina lo recogió y lanzó en el cráneo. Este retrocedió cuatro pasos, sumergiéndose de espalda en el agua. Chapoteó un minuto antes de hundirse por completo.

Carolina ya no confiaba. Se quedó mirando el agua quieta, donde el maldito había desaparecido. Durante algunos siglos siquiera pestañeo, casi viendo que “el chueco” salía del estanque alzando su monstruosa mano.


Entonces surgieron burbujas. Y de ellas un horrible grito masculino brotó como el aullido de un perro agonizante. Luego otra vez la quietud. 

Estaba hipnotizada por la cristalina calma del estanque, cuando a su izquierda, varias luces se encendieron. Eran de la casa de su amiga. Esto por un momento la hizo sentir tan liviana como una pluma, pero al momento de pensar en qué les iba a decir sobre lo ocurrido, el cuerpo se le hizo plomo. Sentía vergüenza y asco de si misma por haber sido tocada por ese monstruo enfermo. Además, si ni su madre la había oído al contarle lo que veía en “el chueco”, no le parecía raro que la familia de Rosa no le creyera que lo había matado por defenderse.

Corrió casi tan rápido como cuando escapaba por su vida. Las linternas abanicaron por un rato sus luces, para luego desaparecer de regreso. 

Carolina se desplazó como flotando hasta su casa. Se escabulló hasta su pieza y revisó cada detalle que delatara el episodio. Sacudió su jumper, pero las manchas de barro y sangre estaban demasiado pegadas, así que se lo sacó, al igual que el resto de la vestimenta, que arrojó al fondo de la canasta cubriéndola con la demás ropa sucia. Mañana como todos los domingos, lavaría su ropa y la de su hermano pequeño.

Dio un respingo al recibir el grito de su madre ofreciéndole ir a tomar once, a lo cual se negó diciéndo que ya la habían atendido en la casa de Rosa, y que nada más se iba a bañar y acostarse. La mujer respondió alzando sus hombros, como si su hija la pudiera ver. 

Carolina colocó la hoya en el fogón, perdiéndose en la danza de las llamas acariciando el metal.
Continuará...

3 comentarios:

  1. El relato cumple lo que promete: es crudo, oscuro y muestra aquel aspecto más desagradable de los sectores rurales de Chile, plagados de machismo, de niñas expuestas a la lascivia de hombres mayores, etc...wait ¿esto no describe en realidad a la mayoría de las ciudades de Chile?
    En fin. A pesar de lo anterior, al cuento le falta edición, aunque es una buena versión del mismo. Trabajaría mejor la redacción de algunos parrafos y cambiaría algunas palabras por otras, pero como siempre, es una opinión muy personal.

    Saludos.

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  2. Siento que a este cuento le ha faltado trabajo de edición y estilo. Las reacciones tanto de la niña, como del agresor no son creibles, aunque esto cambiaría si es que él fuera un ser sobrenatural capaz de sobreponerse a los golpes y al dolor. Las enumeraciones también sobran (3 nuevos pasos dio, mirar cada 5 pasos, retrocedió 4 pasos) Todo lo que viene despues de los dos golpes con la roca, la descripción del agresor siento que sobra y la quita mucha fluidez al relato. Hay cosas poco creibles, pero el menos verosimil es el final, en el que da muerte a su agresor y con todo lo que un trauma que esta situación provoca escapar herida, ensangrentada y embarrada de la ayuda. Pensar fríamente en que la familia de su amiga no le va a creer, llegar a su casa sin ser descubierta y pasar desapercibida, es muy difícil de creer. Veremos como continúa esta miniserie. Su inicio no ha sido el mejor.

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  3. Yo me pregunto, después de leer este relato, cuando sera el día en que don Fraterno sacara un libro o un ebook del terror o de ciencia ficción?

    Sin duda este relato estuvo bien bueno. Pensé que se traba de algo paranormal y mágico maligno, pero luego le das un buen giro con un violador y más aún otro giro inesperado. Mostrando un horror distinto. Sin duda que escribes en forma de espiral en que cada curva es un cambio de paradigma de tu relato que pocos se da cuenta... En fin vale por todo y que estés bien y gracias por un buen relato ^^

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