Swamp Thing Vol 2 #47
(Abril, 1986)
Alan Moore/Stan Woch/Ron Randall
ESCENA
A.-
(12.000-14.000
AÑOS ATRÁS)
Dos
serpientes expresan su poderío en el hemisferio austral: la de agua
(Caicai)
y la de tierra (Threnthreng).
Mientras
Caicai
vilú
desea eliminar una vez más a los hombres (han habido varias
humanidades), esos engreídos seres que reptan torpes por el planeta,
infectándolo debido a su facilidad reproductiva, Threnthreng
vilú,
compasiva los protege, haciendo crecer los cerros para que no los
alcancen las aguas.
Es
una lucha sin cuartel, en la que gana la serpie de tierra, y por
añadidura los hombres, quienes serán así los sobrevivientes de un
diluvio portentoso. Caicai
vilú antes
de retornar a las profundidades marinas les lanzará una última
mirada. Una de odio preternatural...
De
esta forma los mapuche
y los chilotes narran hasta hoy un hecho mítico.
Sin
embargo, este conflicto continuará en toda la historia expresado de
distintas maneras. Y así, los alquimistas hablarán de la rivalidad
entre lo mercurial (las aguas) y el azufre (la tierra, lo ígneo). Un
científico como Hörgiber expondrá la lucha entre el hielo (las
aguas) y el fuego (que surge desde el interior de la tierra). Esta
teoría será recogida por el nacional-socialismo alemán y un
erudito como Carl Schmitt teorizará la batalla necesaria que se da
entre Mar y Tierra, ejemplificándola entre los imperios marítimos
(por ejemplo, Inglaterra) y los terrestres (Alemania). En la
literatura, el escritor norteamericano H. P. Lovecraft hablará del
horror venido del mar, expresado en seres como Dagon
y
los profundos; en la sumergida ciudad de R´lyeh,
donde habita el temible Cthulhu;
en
la “Secta Esotérica de Dagon”;
en el puerto de Innsmouth; y en un largo etcétera.
Y
será este autor quien hable de manera explícita de un pacto... de
un monstruoso pacto entre creaturas marinas y hombres.
Las
leyendas chilotas no dicen algo diferente al establecer que los
brujos del Caleuche
(barco fantasma) mantienen un oscuro acuerdo con seres marinos. E
incluso, una leyenda aún más arcana indica que las mujeres
mantuvieron contacto sexual con los delfines, y de su producto
surgieron los actuales chilotes.
Mis
investigaciones me han llevado a establecer que los brujos aún
existen, organizados desde hace unos siglos en la sociedad hermética
llamada la "Recta Provincia", mantienen trato con dichos
poderíos marítimos y esperan el regreso de Caicai
vilú...
ESCENA
B
(DÉCADA
DE LOS CUARENTA)
La
Segunda Guerra Mundial tiene por escenario no sólo Europa, sino como
se sabe Asia, el norte de África y América.
Onofre
Thompson es un marino mercante, que como mucho chilenos simpatiza con
el Eje, aún cuando lo es más por una cuestión instintiva que de
real conocimiento político. Su apellido, sea escocés o irlandés
(nunca supo bien de qué territorio llegaron sus antepasados a
América del Sur), tiene raíces contrarias a ese imperialismo inglés
que todo lo asfixia con su sed de esclavitud. A Onofre poco le
interesa la weltanschaaung
nacional-socialista. Su simpatía es simple y amplificada por el
hecho de una lucrativa oportunidad que no debe rechazar. La economía
en Chile como en todo el mundo no es clara, sino de lo más insegura.
"La misión", como la llama, consiste en participar en un
viaje hacia Chiloé y más allá, para proveer de mercaderías a
soldados alemanes que se esconden en la loca geografía súrica, en
submarinos. Y aunque sabe que eso es penado como contrabando, y que
el gobierno chileno (sin duda, presionado por los británicos y sus
hijos yanquis)
ha roto relaciones con el Eje, acepta.
Esta
situación le da no sólo el dinero que necesita, sino algo más
valioso: emoción. Lo prohibido llama al riesgo. El riego trae
emoción. Es un ciclo perfecto. Como la serpiente-dragón Ouroburos
que se muerde la cola...
El
barco en el que navega ahora se interna por el canal de Achao. Es de
noche y los tripulantes para no ser controlados por las autoridades
marítimas evitan todo aquello que pueda delatarlos.
Poca
luz y nada de ruido. Está despejado y se aprecian bellísimas las
estrellas cubriendo el manto celeste. Mañana deben llegar a la zona
donde están escondidos los alemanes. La ubicación exacta Onofre la
desconoce, por cierto. Él solamente es un engranaje en la cadena del
anillo.
Conversa
con dos de los marinos. Son gente ruda. Inculta. No queda otra que
hablar de borracheras, mujeres fogosas, bares y las peleas a cuchillo
que aún se libran en los barrios de "don Pancho" (nombre
de cariño que le dan los marinos a Valparaíso, pues mientras llegan
las naves les parece que la bahía chilena es como la de San
Francisco, Estados Unidos), de donde son la mayoría.
Ellos
beben a destajo; pero Onofre esta vez no. Tiene un presentimiento.
Hay algo que lo inquieta. La noche está demasiado tranquila...
Pasan
las horas y sale a bordo. Con sorpresa ve cómo una densa neblina
empieza a caer y tapar las estrellas, cubriendo el cielo.
Llama
a sus acompañantes y todos obnubilados contemplan el extraño
fenómeno. Un frío ártico acompaña la neblina.
Y
es en esos momentos cuando ven aparecer desde la neblina unas luces.
––¡Cresta,
los guardiamarinas! ––alcanza
a decir alguien, mientras otro lo calla con una mirada amenazante.
¿Qué
hacer? ¿Entregarse? Las preguntas desfilan sin respuesta en la mente
de Onofre.
Pero...ahora,
mirando mejor, descubren que el barco que viene es uno especial.
Onofre se refriega los ojos. ¡No puede ser!, exclama. Él no ha
bebido nada. Entonces ¿cómo explicar esa aparición? Pues se trata
de un barco antiguo, de seguro de doscientos o más años... Hay
luces y da la impresión que están celebrando adentro...
–– ¡El
Caleuche!
––grita
alguien. Ya nadie lo censura.
Onofre
alcanza ver a unos hombres con aspecto de piratas, medio jorobados,
con trajes de otro siglo y unos ojos cargados de odio... Se escuchan
los llamados de una sirena.
Ya
es demasiado tarde... van a chocar. El Caleuche
está muy cerca. Pero... ¡desaparece! Y en su lugar se ve una nave
moderna que los estrella...
El
barco de Onofre se ha hundido y él, marino mercante que sin embargo
nunca aprendió a nadar, se apoya con toda su fuerza en una tabla...
Por
suerte todos los tripulantes sobrevivieron. Nunca dijeron la verdad
sobre el negocio que los llevaba a esas zonas australes. Sólo
mencionaron que traficaban alcohol.
Quienes
los rescataron nunca entendieron cómo aquéllos no pudieron escuchar
sus reiteradas llamadas y cómo no los vieron... Los salvadores nunca
divisaron neblina y ¡menos ese barco antiguo al que se referían con
miedo los náufragos!
ESCENA
C.-
(DÉCADA
DE LOS NOVENTA)
Hacia
el atardecer dos jóvenes salen de la casa palafito, rumbo a la
playa.
Tienen
dieciocho años aproximadamente y llevan a escondidas unas botellas
de vino. El día es claro, hay un viento frío aunque agradable y más
encima es viernes. ¡Ideal para tomar frente al mar, encender una
fogata y conversar sobre música, fiestas y chicas!...
Nada
más fácil que hacer un fuego. Hay que juntar uno de esos tantos
palos que como estacas se levantan en la arena y en las rocas,
producto sin duda de uno de esos frecuentes naufragios, unas ramas
secas, prender éstas primero y ¡ya está! Una fogata se ha
realizado.
Empieza
la conversación. Ya están cómodos, riendo y echando groserías
contra la escuela, el estado chileno, los políticos y la situación
de aislamiento de Chiloé,
cuando
un sonido extraño empieza a manifestarse a unos diez metros de la
fogata. Se dan vuelta para saber lo que ocurre. ¡No pueden creer lo
que sus ojos están contemplando!
Desde
las arenas empieza a salir y elevarse una masa deforme, de color
verde. El miedo los invade... jamás han visto algo así. Ahora, “la
cosa” toma el tamaño de un metro y se transforma en un ser con
apariencia semihumana... El fuego permite verlo bien. A uno de ellos
le recordará las gárgolas medievales o a esos demonios de las
carátulas de bandas musicales de rock pesado. Al dar vuelta el
rostro, el extraño ser muestra unos ojos cargados de odio infinito…
Y
como sonriendo, “la cosa” da un salto inmenso en dirección a la
isla del frente de la playa.
No
es necesario decirlo. Los jóvenes lo saben: han visto a un brujo.
Estos tienen la posibilidad de transformarse en animales y seres
demoníacos para efectuar sus actos.
EPÍLOGO.
Las
tres escenas descritas aquí las he escuchado de primera fuente. No
puedo asegurar su veracidad, pero tampoco su falsedad. Las adorné un
poco, pero sin modificar el relato en sí. La primera está tomada
del folclore popular mapuche y chilote. La segunda, la oí de mi tío
abuelo Onofre, cuando yo era un niño. La última de un joven
chilote, amigo de una hermana.
Cuando
escuché hablar por primera vez sobre la misteriosa isla Friendship, en un
programa que se dio en la TV abierta, lugar donde habría seres de
tecnología avanzadísima (terrestres o no; las hipótesis son
variadas) y que estaría en el archipiélago chilote, me sonreí. No
hay otro lugar más idóneo para ubicarla que en las costas de
Chiloé...
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