Ilustración por Alex Olivares |
“Gorgo,
Mormo, thousand-faced moon, look favourably on our sacrifices”
H.P.
Lovecraft
El fin del mundo vendrá
cuando eclosione la luna. Porque la luna es un huevo. Cuando el huevo que ahora
es la luna fue puesto, era pequeño. Pequeño en relación con su tamaño actual,
pequeño comparado con la criatura que lo puso y - por supuesto - comparado con
el universo (Sigue siendo pequeño comparado con el universo) El lugar de la
puesta fue el espacio sideral, en una zona por cierto desconocida que es la
morada de criaturas abismales. Y si es cierto que resulta mejor no describir a
dichas criaturas, no lo es menos que una de ellas es la madre de la luna. Así
se la puede denominar con toda propiedad, pues fue la que puso el huevo.
Merced a un mecanismo inherente
a su propia biología interna, el huevo no permaneció en el lugar de la puesta
sino que se desplazó. Su desplazamiento no fue poca cosa, puesto que implicó
cantidades astronómicas (nunca tan bien dicho) de tiempo y espacio. Durante su
recorrido, el huevo fue creciendo, y cuando fue capturado por la órbita del
planeta que nosotros llamamos Tierra, si bien no tenía su talla actual, era más
grande que en el momento de la puesta.
No soy psicólogo ni he
estudiado a Jung, pero creo que al parecer existe algo así como una memoria
colectiva del futuro. Digo esto porque los acontecimientos que vendrán han sido
de alguna manera presentidos, profetizados por todas las leyendas que hablan
del fin del mundo. Se menciona la presencia de espantosas señales en el cielo,
y de períodos de oscuridad (hay una leyenda en concreto que menciona tres días
de tinieblas), y eso es exactamente lo
que va a ocurrir.
En primer lugar, los
humanos verán literalmente que la luna explota y se hace pedazos. En cuanto al
recién nacido, me niego una vez mas a las descripciones, pero diré que se trata
de una criatura provista de una estructura parecida a unas alas, y que al
desplegarlas provocará un eclipse como los hombres jamás han conocido. Y, por
supuesto, el resultado colateral de este nacimiento será una hecatombe cósmica
de la que dudo muchísimo que pueda sobrevivir la humanidad.
¿Qué como puedo yo saber
estas cosas? Más bien diré que las supongo, y si alguien piensa que deliro no
intentaré hacerlo cambiar de opinión. En mi juventud fui ayudante del doctor
Méndez, el famoso antropólogo, y en esa calidad me tocó acompañarlo en sus
numerosos viajes. En una isla del Pacífico tropical - no diré cual -
encontramos un culto lunar que incluía sacrificios humanos. Los mitos de este
culto hablaban de la luna y del ser que surgiría de la luna. En su propio
estilo contaban lo mismo que yo acabo de contar, e impresionaron al doctor por
su coherencia. De hecho, creo que más bien lo trastornaron. A su regreso,
destruyó sus grabaciones y las notas que había tomado. Ese fue su último viaje.
El mío también. Poco después recibí la noticia que se había suicidado en el
interior de su casa mediante una sobredosis de barbitúricos.
Yo no quiero hacer lo
mismo que el doctor Méndez. Por eso, evito salir al exterior cada vez que la
luna brilla en el cielo. De hecho, no soporto el plenilunio. Cuando llega, me encierro en mi pieza, tapo muy bien las
ventanas y me meto en la cama con un montón de pastillas.
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