jueves, 21 de noviembre de 2013

"Funesta Luz" por Patricio Alfonso

Ilustración por Alex Olivares


“Gorgo, Mormo, thousand-faced moon, look favourably on our sacrifices”
H.P. Lovecraft


El fin del mundo vendrá cuando eclosione la luna. Porque la luna es un huevo. Cuando el huevo que ahora es la luna fue puesto, era pequeño. Pequeño en relación con su tamaño actual, pequeño comparado con la criatura que lo puso y - por supuesto - comparado con el universo (Sigue siendo pequeño comparado con el universo) El lugar de la puesta fue el espacio sideral, en una zona por cierto desconocida que es la morada de criaturas abismales. Y si es cierto que resulta mejor no describir a dichas criaturas, no lo es menos que una de ellas es la madre de la luna. Así se la puede denominar con toda propiedad, pues fue la que puso el huevo.

Merced a un mecanismo inherente a su propia biología interna, el huevo no permaneció en el lugar de la puesta sino que se desplazó. Su desplazamiento no fue poca cosa, puesto que implicó cantidades astronómicas (nunca tan bien dicho) de tiempo y espacio. Durante su recorrido, el huevo fue creciendo, y cuando fue capturado por la órbita del planeta que nosotros llamamos Tierra, si bien no tenía su talla actual, era más grande que en el momento de la puesta.

El huevo - al que ahora propiamente podemos llamar ya la luna -  una vez en su actual ubicación como satélite de la Tierra empezó a atraer a su vez cuerpos y corpúsculos más pequeños, los que adosados a su cáscara terminaron por recubrir totalmente su superficie.   La misión de este revestimiento es servir de protección a la criatura que palpita en su interior contra las radiaciones cósmicas provenientes de las estrellas, especialmente de la más cercana, nuestro sol. Pero además, y dicho sea muy de paso, esta suerte de estuco contribuye a disimular la verdadera naturaleza de la luna y hace que parezca una roca, con objeto de engañar a los apocalípticos devoradores de huevos que cada tantos miles de millones de años se dan una vuelta por este rincón de nuestra galaxia.

No soy psicólogo ni he estudiado a Jung, pero creo que al parecer existe algo así como una memoria colectiva del futuro. Digo esto porque los acontecimientos que vendrán han sido de alguna manera presentidos, profetizados por todas las leyendas que hablan del fin del mundo. Se menciona la presencia de espantosas señales en el cielo, y de períodos de oscuridad (hay una leyenda en concreto que menciona tres días de tinieblas), y  eso es exactamente lo que va a ocurrir.

En primer lugar, los humanos verán literalmente que la luna explota y se hace pedazos. En cuanto al recién nacido, me niego una vez mas a las descripciones, pero diré que se trata de una criatura provista de una estructura parecida a unas alas, y que al desplegarlas provocará un eclipse como los hombres jamás han conocido. Y, por supuesto, el resultado colateral de este nacimiento será una hecatombe cósmica de la que dudo muchísimo que pueda sobrevivir la humanidad.

¿Qué como puedo yo saber estas cosas? Más bien diré que las supongo, y si alguien piensa que deliro no intentaré hacerlo cambiar de opinión. En mi juventud fui ayudante del doctor Méndez, el famoso antropólogo, y en esa calidad me tocó acompañarlo en sus numerosos viajes. En una isla del Pacífico tropical - no diré cual - encontramos un culto lunar que incluía sacrificios humanos. Los mitos de este culto hablaban de la luna y del ser que surgiría de la luna. En su propio estilo contaban lo mismo que yo acabo de contar, e impresionaron al doctor por su coherencia. De hecho, creo que más bien lo trastornaron. A su regreso, destruyó sus grabaciones y las notas que había tomado. Ese fue su último viaje. El mío también. Poco después recibí la noticia que se había suicidado en el interior de su casa mediante una sobredosis de barbitúricos.


Yo no quiero hacer lo mismo que el doctor Méndez. Por eso, evito salir al exterior cada vez que la luna brilla en el cielo. De hecho, no soporto el plenilunio. Cuando llega,  me encierro en mi pieza, tapo muy bien las ventanas y me meto en la cama con un montón de pastillas.

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