Ilustración por Visceral.
La
anciana se movía de forma descontrolada. A ratos gemía, a ratos
lanzaba fuertes alaridos, y luego hablaba en un distorsionado
dialecto. Aquella noche se despertaron todos los del bloque. El
esposo lloraba y golpeaba con impotencia la muralla del pasillo. Una
señora del 34B se puso a rezar a la virgen santísima y un señor
del final del pasillo el padre nuestro, pues aseguraba que esos
espasmos eran producto de una posesión demoníaca. El conserje
llamaba a la calma y, de paso, amenazaba con llamar a la policía o a
un centinela si continuaban con aquellos rituales paganos de
protección, pues desde que arribó a la tierra el “Bel-tha-ûr”,
la colosal nave que demostró por fin a qué “imagen y semejanza”
estábamos hechos, las religiones o cualquier acto de adoración
conocido a la fecha fueron tratados como crímenes. Así era la ley.
Lo más seguro, es que la anciana haya rechazado los órganos de
proyección de vida (cosa común en los jubilados del sector de la
periferia), ya que la mayoría eran hechos en indonesia o la india,
sin las normas de calidad imperantes en el sistema… no son cosas
del diablo, sólo es producto de la falta de información, o
simplemente, por ahorrar unos cuantos pesos.
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